Denuncias de explotación laboral en el festival de teatro de Aviñón

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El Festival de Aviñón, uno de los mayores y más prestigiosos encuentros teatrales de Europa, ha quedado envuelto en una seria controversia tras la publicación, el 24 de abril de 2025, de un informe de la organización francesa Travail Culturel, especializada en derechos laborales en el sector artístico. Según el documento, varios trabajadores vinculados a la organización del festival habrían sido sometidos a condiciones laborales precarias durante las ediciones recientes, incluyendo jornadas extenuantes, falta de contratos regulares y remuneraciones por debajo del salario mínimo legal.

La denuncia, recogida por el diario Le Figaro, ha sacudido al mundo cultural francés, al poner en cuestión las prácticas de un evento que durante décadas ha sido un símbolo de la vitalidad cultural de Francia y de Europa. El informe, basado en más de 80 testimonios anónimos de trabajadores, técnicos, asistentes de producción y empleados temporales, describe un patrón de abusos sistemáticos que abarcaría tanto al festival oficial como al «Off», la sección paralela que reúne cada año a miles de compañías independientes.

Entre los principales problemas detectados figuran contratos verbales en lugar de contratos escritos, retrasos en los pagos de salarios, falta de cotización a la seguridad social, ausencia de descansos reglamentarios y presión para trabajar horas extra sin compensación adicional. Algunos trabajadores relataron situaciones extremas, como jornadas de hasta 18 horas seguidas en condiciones de calor extremo y sin acceso adecuado a servicios básicos como agua potable o zonas de descanso.

Uno de los testimonios más impactantes, recogido en el informe, es el de un joven asistente de producción de 22 años que afirmó: «Nos decían que trabajar en Aviñón era un honor, una oportunidad para hacer contactos. Pero en realidad nos explotaban sabiendo que muchos aceptaríamos cualquier condición con tal de estar allí». Otro testimonio denuncia: «Había que firmar documentos que decían que renunciábamos voluntariamente a los descansos diarios para poder seguir trabajando. Nos hacían creer que era normal en este sector».

La dirección del Festival de Aviñón reaccionó rápidamente ante las acusaciones. En un comunicado oficial difundido el mismo 24 de abril, Olivier Py, director del festival, aseguró que «el Festival respeta escrupulosamente la legislación laboral francesa» y anunció la apertura inmediata de una auditoría externa independiente para investigar los hechos. Py añadió: «Si se han producido irregularidades, no las toleraremos. Este festival pertenece a todos y debe ser ejemplar en su funcionamiento interno».

Sin embargo, organizaciones sindicales como la Syndicat des Professionnels du Spectacle Vivant han criticado la respuesta como insuficiente. Según estas entidades, el problema no se limita a casos aislados, sino que refleja una estructura de precariedad que afecta a todo el sector cultural francés, especialmente en los grandes eventos que dependen de una mano de obra joven, entusiasta y fácilmente reemplazable.

El caso de Aviñón no es aislado. En los últimos años, se han producido denuncias similares en otros festivales culturales de Europa, como el Festival Internacional de Edimburgo o el Fringe de Brighton, donde la pasión por el arte es a menudo utilizada como excusa para imponer condiciones laborales inaceptables. Expertos laborales advierten que el fenómeno forma parte de un problema estructural: la «vocacionalización» del trabajo cultural, que lleva a normalizar la explotación bajo la idea de que participar en ciertos eventos es un privilegio en sí mismo.

Desde el Ministerio de Cultura francés, la ministra Rachida Dati expresó su preocupación por los hechos y anunció la convocatoria de una reunión urgente con los principales festivales nacionales para establecer nuevas directrices de protección laboral en el sector. «La cultura debe ser una fuente de emancipación, no de precarización», afirmó en rueda de prensa el 25 de abril.

En el ámbito artístico, las reacciones han sido diversas. Algunos directores teatrales han defendido la necesidad de una reflexión profunda sobre las condiciones de producción cultural, mientras otros, especialmente del circuito «Off», han subrayado la dificultad de sostener proyectos económicamente viables en un contexto de crecientes costes y reducidas subvenciones públicas.

Varios artistas, entre ellos la dramaturga Céline Minard y el director Pascal Rambert, han publicado una carta abierta titulada «Por un festival digno», en la que reclaman una revisión integral del modelo de Aviñón. En ella, afirman: «El arte no puede florecer sobre la explotación silenciosa de aquellos que lo hacen posible. Un festival que celebra la belleza del teatro debe también celebrar la dignidad del trabajo».

El escándalo amenaza con empañar la edición 2025 del festival, prevista para los meses de julio y agosto, y ha abierto un debate más amplio sobre el modelo cultural francés y europeo. ¿Puede el sector de las artes escénicas seguir basándose en esquemas de trabajo precario bajo la excusa de la vocación? ¿Qué responsabilidades tienen las instituciones públicas que financian estos eventos?

Mientras tanto, Travail Culturel ha anunciado que pondrá a disposición de los trabajadores afectados un servicio de asesoramiento legal gratuito para ayudarles a reclamar sus derechos y, si es necesario, llevar casos individuales ante los tribunales laborales.

La crisis en Aviñón revela que, detrás de los aplausos y las luces de los grandes festivales, persiste una realidad de precariedad que exige respuestas firmes y cambios estructurales. Si el arte, como se suele decir, debe iluminar los rincones más oscuros de la sociedad, quizá el primer paso deba ser mirar hacia dentro de sus propias prácticas.

REDACCIÓN

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