Ese lunes por la mañana le quitaban los puntos en el hospital. Le acompañaba su madre. Ya no se sentía tan preocupada, pero días atrás la ansiedad y el miedo de que le pasara algo a su hijo la atenazaba. No terminaba de creerse que se cortó sin querer con un cuchillo, en la mano. Su hijo solía esconderle muchas cosas para no preocuparla. Sabía que Fran echaba mucho de menos a su padre al que adoraba y admiraba. Su hijo le juraba que fue haciéndose un maldito bocadillo y que se le escapó el cuchillo. Bueno. Ahora se encontraba bien y le quitaban los puntos.
—Mamá deja de mirarme la mano por favor- dijo Fran molesto en la sala de espera del hospital.
—¿Cómo quieres que deje de mirar tu mano después de ver toda esa sangre en la cocina? —replicó enfadada—. No quería perder a su hijo. Ya la vida la castigó con la pérdida del hombre que amó siempre. Si a su hijo le pasara algo, ella no querría vivir ni un día más.
—Me estás agobiando un poco. ¿Entiendes?
—¡No me digas que te estoy agobiando Francisco!—respondió con enfado e indignación—. Siempre pronunciaba su nombre completo, cuando estaba realmente enfadada. No se merecía que le hablara así, cuando ella siempre procuraba darle su espacio.
—Vale. Tranquila mamá. Me quitan ya los puntos y quiero que te quedes tranquila. —dijo el joven con un tono más conciliador.
Recibió una llamada. Era Javier. Fran escuchó a su amigo pero deseaba colgar. Su madre estaba escuchando cerca y se sentía incómodo. Se sentía en un juicio.
—Estoy en el hospital Javi. Me tienen que quitar los puntos de la mano. Luego te llamo. No. No te preocupes. Estoy con mi madre. Sí. Javi, tengo que colgar. Escucha, cuando llegue a casa te llamo..¿a tu casa dices? Vale. Por eso falté el jueves y el viernes. Tenía muchas molestias en la mano. Ahora puedo escribir y cuando me quiten los puntos mejor. Escucha. Intenté comunicarme contigo pero tu móvil ha estado apagado estos días. Vale. Entiendo. No te preocupes..
Una joven enfermera nombró a Fran para quitarle ya los puntos.
—Tengo que colgar. Me acaban de llamar para entrar. Te veo en tu casa esta tarde. De acuerdo. Un abrazo Javi. Hasta luego.
La madre lo miraba de reojo. No deseaba adoptar una postura de madre policía con él, pero llevaba unos días muy raro. Percibía miedo en él. Claro que podía ser la muerte de su amigo, la causa de ese extraño comportamiento, sí. Podía ser esa la causa. Decidió no darle más vueltas. En el momento que le quitaran los puntos sería un capítulo cerrado en su vida.
Era una mujer que se agobiaba por todo, hasta coger picos de ansiedad, acentuándose sobretodo desde la muerte de su marido. Cuando llegara a casa haría su rutina de Yoga. Calmaba y oxigenaba su espíritu. Cómo echaba de menos a su marido. Por lo menos tenía el placer de soñar con él últimamente. Llevaba unos meses que su marido Fran aparecía en sueños a lo lejos. Muchas veces los rostros de las personas que conocemos cambian en nuestros sueños pero sabemos que son ellos. Su chaqueta de cuero. Sus gafas de aviador verde..
«Menos esa chistera, nunca vi a mi marido con una chistera. Siempre lo veo a lo lejos con los brazos abiertos con ganas de abrazarme»,pensaba la mujer para sus adentros-
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