En 1807, Napoleón Bonaparte organizó una cacería de conejos para su séquito. Su secretario, queriendo impresionar, reunió cientos de conejos domésticos. Sin embargo, al ser liberados, los animales, acostumbrados a la comida humana, corrieron hacia Napoleón y sus oficiales en busca de alimento. El ejército de conejos persiguió a los presentes hasta hacerlos huir, dejando al emperador humillado y la anécdota para la posteridad.
Redacción