Dick Loveman es un galán espaciotemporal que vive todo tipo de peripecias lujuriosas a través de los siglos. Por desgracia, Dick solo existe en la cabeza de Franki Prats, un quinceañero católico, virgen y erotizado, a quien atormentan la propia imaginación y los «placeres solitarios». Durante cuatro meses de su vida, Franki, ayudado por su mejor —único— amigo Bruno Berniola, alias el sexperto, atravesará una variopinta serie de pruebas (oníricas, familiares, amicales, incluso zoológicas) mientras lucha contra los traumas del pasado y la escuálida realidad de su pueblo natal.
Dick o la tristeza del sexo es un bildungsroman antierótico, profundo e hilarante, que pasa muy rápido de la erudición a la erección, y de la erección a la desolación. Una farsa iniciática y blasfema, llena de pornografía triste y humor negro, que reafirma el talento desacomplejado de Kiko Amat, y carece de equivalentes en el panorama literario español.
Sobre el Autor:
Kiko Amat (Sant Boi, 1971) es autor de siete novelas y tres obras de no ficción. En Anagrama ha publicado El día que me vaya no se lo diré a nadie (2003): «Relato intenso, airado y estilizado como un sencillo de los Small Faces» (Ramón Vendrell, El Periódico); Cosas que hacen BUM (2007): «Con un humor vigorizante, Kiko Amat evoca los intentos desesperados de un antihéroe para ser aceptado por el clan. Un autorretrato generacional lleno de burla y de nostalgia» (Ariane Singer, Le Monde); Rompepistas (2009): «Un Trainspotting (casi) sin drogas. Un guardián en la fábrica La Seda. Un Graham Swift sin Guinness (con Estrellas). Una novela excelente» (Carlos Zanón); Eres el mejor, Cienfuegos (2012): «Amat, por lo menos en literatura, es seguramente lo mejor» (Javier Calvo); Antes del huracán (2018): «Extraordinaria. Pertenece esta novela al tronco de la alta literatura» (Jordi Gracia, El País); Revancha (2021): «Dura, veloz, violenta, Revancha es una bala perfecta, el reverso literario de la hipocresía» (Lucía Lijtmaer), el manual Los enemigos (2022): «Un libro que alterna humor, seriedad y mala leche para teorizar sobre la utilidad de ciertos “malos” sentimientos» (Carmen López, El Periódico de España). Su última novela es Dick o la tristeza del sexo(2025). También es autor de dos libros de no ficción, Mil violines y Chap chap.
Con motivo de la publicación de Dick o la tristeza del sexo, de Kiko Amat, hemos invitado al autor a que participe en nuestra newsletter para que nos cuente las circunstancias en las que escribió su novela, así como también algunas de las referencias que le sirvieron de inspiración en su proceso de creación.
En febrero del año 2022, a rebufo de mi último libro, Revancha, empecé a escribir una novela criminal-proletaria ambientada en el Baix Llobregat. En ella aparecía un sicario aquejado de alopecia nerviosa y epífora (o lagrimeo copioso), y un pasado que incluía una madre «impropia» y trauma pubescente. Al poco tiempo de incorporarlo vi que su relato era más grato de escribir, y tenía más potencial que la trama central, por lo que decidí cambiar de rumbo y empezar un nuevo proyecto, basado en parte en los nuevos supuestos.
En agosto del mismo año empecé la obra, bautizada tentativamente como Semen (una novela). En el título y las primeras notas se perfilaban algunas nociones que conducirían a Dick: el padre, académico pomposo; la madre, exmodelo ensimismada; el padrino alopécico de ojos llorosos; los abuelos de la mercería; el «cambio» hormonal; la operación de hernia; y el quinceañero Franki Prats en el vórtice de todo ello.
Probé con varios estilos y formatos antes de decidirme por el definitivo. Flirteé con una voz confesional en primera persona que no acababa de funcionar. Tampoco me gustaba que el destino de Franki fuese un crimen sexual, al estilo Jeffrey Dahmer, ni que la historia se desarrollase en un pueblo… ¿alemán? (no pregunten).
Hacia el sexto borrador la trama se espesó con nuevos elementos: Bruno Berniola, alias el sexperto, y su hermana; el Tratado de psicopatía sexual del Dr. Viktor Scholtz-Klink; Montse Morales, La Loca de los Gatos; la imaginería católica; y sobre todo el alter ego imaginado de Franki, Dick Loveman. Mi protagonista ya se expresaba en tercera persona, aunque su retorcida oratoria se hallaba en estado embrionario, y el narrador sabelotodo no había hecho acto de aparición. Pero el corazón del manuscrito parecía sólido, y la apariencia general del libro ya era la que tendría en su publicación.
Cuento esto porque en abril del 2023, cuando llevaba un año con Semen, empezaron a cobrar consistencia dos actividades paralelas. Por un lado estaba la acción del libro, la materia, que iba avanzando como se suponía, y que yo expresaba poniendo una palabra después de la otra, y «una cosa después de cada palabra», como dijo el italiano aquel. Y por el otro estaba la forma y el tono que cobraba el libro, incluso la tradición de la que provenía. «Una sucesión de lamentables infortunios, como una novela inglesa del XVIII», apunté en mi bloc; «pesimismo sexual y cómica morbidez huysmanesca»; «picaresca-en-una-sola-habitación»; y «una adolescencia de soledad y delirio, repleta de contemplación erótico-mística y patetismo mártir».
Semen, empezaba a verlo, tenía que ser desolador, inmoral y gracioso al máximo nivel, tanto para hacer digerible el melodrama subyacente (todas mis novelas tienen una raíz tristísima, que se atenúa con agresión, humor o lo que proceda) como para desactivar cualquier tipo de prosopopeya carnal. También tenía claro que debía estar escrita de un modo novedoso.
En diciembre del 2023 decidí que el título original podía inducir a confusión (¿es un tríptico de planificación familiar?) y lo cambié por Dick o la tristeza del sexo. El consiguiente despliegue mural de post-its me ayudó a reorganizar la secuencia de capítulos, para que la trama se narrara del modo más tenso y adictivo posible. En marzo del 2024, tras tres nuevos meses de escritura y edición, puse el FINIS en la página 242 del Word (cuatro páginas más tarde que en Rompepistas, para que el lector se haga una idea).
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