Cuentos completos de Juan Carlos Onetti

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Cuentos completos

Juan Carlos Onetti


No es casual que escritores tan dispares y de tanta relevancia literaria como Vargas Llosa, Carlos Fuentes, o Muñoz Molina, coincidan en mostrar su admiración incondicional ante la obra de quien, a mi juicio, ha sido uno de los colosos de la Literatura Hispanoamericana. Onetti fue uno de esos raros escritores que se empeñaron en construir un universo propio y privado que si bien puede calificarse de cruel, pesimista y desolador, al mismo tiempo posee algo capaz de fascinarnos y atraernos irresistiblemente a pesar de su sordidez. Dicho universo giraba en torno a una ciudad mítica, Santa María, con personajes que aparecen y desaparecen a lo largo de muchos de sus cuentos y novelas, conformando una obra como pocas en cuanto a solidez, coherencia y continuidad. Pienso en ejemplos análogos y se me ocurren muy pocos. Juan Rulfo, García Márquez o Benet, fueron algunos. Pero el más evidente y del que todos los anteriores fueron deudores fue su admirado William Faulkner, sin duda el creador de mundos personales por antonomasia, el constructor de sagas familiares que trascienden lo literario adentrándose en el terreno de lo mítico.

Onetti no es un escritor fácil de leer. Sus obras son oscuras, densas, pero en contrapartida son sugerentes e inquietantes, llenas de una intensidad difícil de igualar. He de confesar que, pese a haber leído prácticamente toda su obra, me parece que es en las distancias cortas donde se aprecia más y mejor toda su genialidad. Tanto sus novelas cortas como sus relatos (que apenas alcanzan la cincuentena) son admirables y de entre sus relatos hay algunos que no pueden pasar desapercibidos para quien los lea. Al igual que sucede con algunos relatos clásicos de otros autores, como Bartleby el escribiente, de Melville, Bola de Sebo, de Maupassant o La dama del perrito, de Chejov, Onetti tiene en su haber relatos antológicos que alcanzan la perfección narrativa. Por citar algunos, mencionaré los que son mis dos favoritos: “Un sueño realizado” escrito en 1941, y “Jacob y el otro” escrito veinte años después.

Onetti es un escritor mentiroso, algo que él mismo admitía con paradójica sinceridad. Para él, no existía diferencia entre contar y mentir. Los personajes de sus relatos suelen ser seres desgraciados, anodinos y posiblemente es esa cara de la desgracia lo que les impulsa a mentir compulsivamente, a inventarse mundos paralelos, a buscar una suerte de felicidad que no pasa de ser un sucedáneo para sus tristes vidas. La protagonista de “Un sueño realizado”, por ejemplo, cree que toda su felicidad puede condensarse en el momento en que asista a una representación teatral de la que ella será el único público. “Jacob y el otro” tiene como protagonistas a un boxeador fracasado y su manager, y la historia está contada para darnos cuenta, sólo cuando llegamos a la última línea del texto, que todo lo que hemos leído previamente ha sido una monumental mentira o, para ser más precisos, una verdad tramposa.

Decía Onetti que no recordaba bien cuándo comenzó a escribir, pero sí que recordaba perfectamente que sus primeras mentiras las dijo muy de niño, contando historias inventadas que nunca habían sucedido como si fueran verídicas, lo que nos confirma que su afición por la narración fue una vocación muy temprana. Y lo que consigue con eso es un efecto inverso, como dice Muñoz Molina en el prólogo de esta edición de sus cuentos completos: “contando puede alcanzarse una verdad que de otro modo sería inaccesible, una identidad más cierta o más honda que la establecida por las apariencias, incluso una forma amarga de absolución”.

El lenguaje que utiliza Onetti en sus narraciones es preciso al tiempo que puede resultarnos soez. Su pasión por la adjetivación no le impide usar todo tipo de insultos y palabras consideradas “sucias” en sus historias, descendiendo al lenguaje de la calle pero, al mismo tiempo, sin caer en la vulgaridad o en la procacidad. Es a través de ese lenguaje tan especial, denso, oscuro y recargado, como Onetti consigue su eficacia narrativa que nos atrae y nos conmueve. Ese lenguaje, unido a su particular uso del punto de vista, un punto de vista “tramposo“ que parece girar cuando uno menos lo espera y cuando al escritor más le conviene, confieren a sus narraciones un estilo propio, único e irrepetible.

Adentrarnos en sus cuentos es toda una experiencia. Si bien no todos sus relatos son igual de logrados, ninguno nos dejará indiferentes. “El posible Baldi”, “Bienvenido, Bob”, “Esberj en la costa”, “El infierno tan temido”, “La novia robada” o “Matías el telegrafista”, por mencionar sólo unos pocos, pueden ser ejemplos arquetípicos de su prosa. Conocer estos relatos equivale a conocer el rico y complejo mundo de Onetti, cuya obra es sin duda una de las más originales de la literatura.

© Jaime Molina García – Abril 2023 – Todos los derechos reservados (Cicutadry)

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