REPOSICIÓN.-
El fin de siècle (1880-1914) fue período fecundo para la literatura y las artes plásticas en que la sensibilidad y la estética se orientó hacia países extraños y lejanos en el espacio y en el tiempo. El fenómeno pudo apreciarse antes, ya en las Exposiciones Internacionales de Londres de 1862 y París de 1867. Aumentó con las Exposiciones de París de 1878 y de Barcelona de 1888 y se conviertió en motivo de admiración en la Exposición Universal de París de 1900. Este fenómeno de amor hacia lo exótico se denomina “exotismo” y afectó a la cultura, las costumbres, la moda y las formas de vida europeas hasta la primera guerra mundial.
El exotismo
El exotismo en cualquiera de sus variantes supone la rebeldía, el rechazo, la huída y la evasión de la realidad finisecular (representada por la lucha de clases, el maquinismo, la industrialización y el utilitarismo, así como por numerosos escándalos políticos y empresas coloniales corruptas), hacia el esteticismo, la fabulación y el mito del pasado. Es la reacción contra los valores burgueses contemporáneos que el artista encuentra vulgares, frente a la exaltación del sueño idealizado e irreal de la Antigüedad, que no existe en la propia sociedad, y que hace girar el pensamiento religioso, ético, estético y erótico del momento hacia posiciones distantes.
Este exotismo no supone necesariamente un conocimiento histórico erudito del artista, ni implica haber viajado al país de que se trate; el conocimiento puede ser a través del arte y la lectura. Un cuadro o una novela exótica no tiene que ser realista, sólo debe desplazar al observador o lector en el tiempo y en el espacio, y normalmente incluye unos tópicos o una retórica estereotipada: grandes espacios arquitectónicos y ruinas, sangrientos combates, dioses, emperadores y reyes, mujeres fatales, lujo y orgías…
Aunque el exotismo no era una novedad temática –sigue el gusto romántico pintoresco unido a la imaginación libresca–, ahora coincide con la revalorización de lo primitivo en el ámbito histórico y filológico. La ciencia estudia las civilizaciones antiguas: la lengua, el arte, la sociedad y la cultura. La iconografía, la epigrafía y la paleografía buscan el origen. Se popularizan las excavaciones arqueológicas que cambian el concepto de la estética: Egipto, Grecia, Roma y Oriente en general constituyen el mayor atractivo exótico. Se estudia el sánscrito, el latín y el griego, y se establecen las conexiones lingüísticas entre Europa y la India. Circulan textos literarios orientales y de la Antigüedad, triunfa la novela de tema arqueológico o exótico, y surge el mito: Freud y Jung. Aparecen los primeros turistas y los primeros agentes de viajes; en 1888 Kodak lanza la cámara portátil.
Una de las modas más populares de fin de siglo es la decadencia simbolizada en las culturas de la Antigüedad que después de estar en la cumbre de su poder se encuentran en ruinas, es la grandeza pasada, el esplendor desaparecido. Un icono de la belleza finita, la nostalgia por el pasado irrecuperable y el carácter ineludible del ocaso de las civilizaciones.
Las ruinas grecorromanas eran un antiguo tópico barroco que representaba la caída y la vanidad humana. Después se convierten en un fondo ornamental melancólico, y ya en el Romanticismo en un escenario singular. En el fin de siglo se agregan las ruinas de civilizaciones lejanas y orientales como las persas y babilonias; además el tópico se tiñe de extravagancia y sofisticación junto a ciencia y erudición arqueológica. Reúne dos atractivos: el exotismo en el tiempo y en el espacio, Troya, la Grecia clásica, las conquistas de Alejandro hasta la India, las guerras entre cartagineses y romanos, Bizancio decadente, Persia, Babilonia, Caldea, Asiria, Palmira, el Egipto de los faraones, en España Sagunto y Numancia. A través de las revistas con sus reproducciones de cuadros y grabados, las exposiciones de Bellas Artes, y la literatura en general llegan estos escenarios al gran público que se familiariza con los descubrimientos arqueológicos y las restauraciones.
Pero no todo es pastiche, muchos artistas se documentan y se preocupan por la veracidad de los personajes, las localizaciones, los objetos y la ropa como Flaubert y Gautier que hacen investigaciones minuciosas para Salammbô y La novela de la momia respectivamente; José Ramón Mélida para Salomón y El sortilegio del Karnak; Blasco Ibañez para Sónnica la cortesana que trascurre en Sagunto y Juan Valera para Zarina que trascurre en Ecbatana. Son muy populares Quo Vadis? de Sienkiewickz, La hija del rey de Egipto, de Ebers y Afrodita de Pierre Louys. Aparecen títulos que asocian el pasado con el ocaso como Grandeza y decadencia de Roma de Ferrero o La muerte de los dioses de Merykowsky.
En la literatura y la pintura se recrea un mundo donde triunfan los sentidos, inundado de joyas, perfumes y telas primorosas, pirámides, templos, grandes columnas, bajorrelieves y jeroglíficos, tumbas y sarcófagos. Pero las civilizaciones asiáticas erán más difíciles de comprender mientras que la Antigüedad grecolatina estaba al alcance de la mano, y suponía el retorno de lo clásico, el redescubrimiento del paganismo erótico y dionisíaco de bacantes, ninfas, sátiros, faunos, náyades, centauros y sirenas.
Aunque el exotismo fue un escapismo en un marco burgués que cerraba los ojos ante graves problemas sociales, se convirtió en un estereotipo, una moda y un cliché. Pero también tuvo un gran impacto en la pintura, la escultura, la arquitectura y las artes decorativas. Inspira temas en todas las formas literarias: teatro, novela, cuentos, reportajes, crónicas, cartas, memorias, ensayos y poemas. Incorpora al arte el sueño, lo irracional, lo mágico, lo inconsciente y lo subconsciente, lo fabuloso, lo misterioso, lo demoníaco, lo extraño y lo primitivo.
Después de la I Guerra Mundial los medios de transporte suprimen las distancias, es la época de la artesanía fabricada para la exportación, del turismo masivo y los viajes organizados, donde se desdibujan los caracteres originales. Pero el anhelo por lo exótico está firmemente unido al imaginario humano y sin él no habrían nacido los cuentos de hadas o las leyendas medievales, porque no ha dejado de obsesionarnos desde la Odisea, las aventuras de los argonautas, de Simbad el Marino, de Marco Polo, de León el Africano, o los viajeros románticos, así hasta nuestros días.
Oriente se considera la cuna de la humanidad y su redescubrimiento en el fin de siglo asombra a Occidente. Aunque el motivo del viaje en la literatura está presente desde el principio de los tiempos, la moda de las “chinerías” y el “orientalismo” comenzó en el XVIII. A fin del XIX triunfan las fábulas, las leyendas, las crónicas de viaje, las litografías y los grabados con ambientación árabe, hindú, china o japonesa: rajás y sultanes; gheishas, bailarinas y princesas; desiertos y pirámides, templos y mezquitas; baños, harenes y odaliscas; caravanas, bazares y cafés; leones, panteras, tigres y elefantes pululan por doquier. La India, Marruecos, Argelia, Tunez, Egipto, Palestina, Turquía, Persia, China, Japón, Andalucía (y especialmente Granada y la Alhambra, el tema por excelencia en la arquitectura, los grabados y los cuentos) aparecen una y otra vez unidos a una imagen de sensualidad. Desde Delacroix a Fortuny el género se convierte en un cliché y en una excusa para representar bellas mujeres desnudas en actitudes insinuantes por la relación implícita entre exotismo y erotismo. Prima la estética de las ruinas de antiguos reinos orientales legendarios, dentro de una mitología literaria y pictórica decadente y snob. El exotismo es sinónimo de refinamiento, sofisticación y artificio.
Imágenes:
A partir del óleo de Lawrence Alma-Tadema, Las rosas de Heliogábalo, 1888, colección privada.
A partir del óleo de Georges Antoine Rochegrosse (1859-1938), La esclava y el león, colección privada.
A partir del óleo de John William Godward, El baño de Venus, 1901, colección privada.
A partir del óleo de Ernst Carl Eugen Koerner, El templo de Karnak, 1890, colección privada.
© Ana Morilla. Marzo 2023. Todos los derechos reservados.
Muy buen articulo, Ana, con un interesante recorrido por una época que me sigue fascinando. Para mí todo el periodo que abarca desde finales del siglo XVIII hasta principios del siglo XX tiene algo muy especial, sublime, que se refleja en la música, la literatura, la pintura: el arte en general. Y también en otras corrientes como la filosofía, la psicología, o en el campo de la ciencia. Una etapa muy fecunda de nuestra historia, y muy distinta a los tiempos que vivimos hoy. Te felicito, me ha gustado mucho leer tu artículo.