Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez

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FRONTERAS Y DESPLAZAMIENTOS

Puentes y traducciones – España contemporánea


Puentes y traducciones: volver a mirar desde el exilio

En Volver la vista atrás (Alfaguara, 2020), Juan Gabriel Vásquez construye uno de los más complejos y delicados puentes narrativos entre Colombia y España que la literatura hispanoamericana reciente ha ensayado. En esta novela —que también es crónica, testimonio, ajuste de cuentas y ensayo político— se despliega una historia de desplazamientos forzados, de decisiones ideológicas radicales y de la transmisión traumática de la memoria. Pero sobre todo, se trata de una reflexión sobre los mecanismos de la ficción como espacio de traducción entre generaciones, lenguas y geografías.

La historia comienza con la figura de Sergio Cabrera, cineasta colombiano formado en China durante la Revolución Cultural y participante en el movimiento guerrillero maoísta del EPL en los años setenta. Pero la verdadera protagonista de esta historia es la memoria: la de una familia marcada por el exilio, la utopía revolucionaria y la posterior desilusión. Vásquez toma como pretexto la biografía de Cabrera para tejer una historia más amplia, que conecta los movimientos revolucionarios en América Latina con los procesos dictatoriales y de resistencia en la España franquista, y que reflexiona sobre cómo se transmiten (y deforman) las convicciones políticas a través del tiempo y del espacio.

España como origen y eco

La figura del padre, Fausto Cabrera, es esencial para entender el arco narrativo que propone Vásquez. Actor canario, republicano, exiliado tras la Guerra Civil, Fausto representa la continuidad de un idealismo que muta pero no desaparece. De España a China, de la utopía comunista a la experiencia del desarraigo, Fausto arrastra consigo un imaginario político que sedimenta en sus hijos, de modo particular en Sergio. Fausto, que en su juventud había trabajado en el teatro de García Lorca, que había sido cercano a las Juventudes Comunistas y que había luchado contra Franco, arrastra una historia de pérdidas, pero también de convicciones inquebrantables. En Volver la vista atrás, España no es solo el país del que huye Fausto, sino también el espacio al que se vuelve —simbólica y literalmente— para intentar reconstruir los fragmentos de un relato roto. El regreso de Sergio a Barcelona, donde asiste a una retrospectiva de su obra cinematográfica, se convierte así en una excusa narrativa para mirar hacia el pasado, para traducir —en el sentido más literario y también más político del término— una experiencia vital a través del lenguaje de la ficción.

En este sentido, la España que aparece en la novela no es únicamente el punto de partida de una diáspora familiar, sino un territorio que actúa como espejo y como archivo. Vásquez traza un paralelismo entre la España del franquismo y la Colombia de los años de violencia, no solo por los paralelismos históricos evidentes (represión, polarización ideológica, violencia armada), sino porque ambas funcionan como escenarios de construcción de identidades dislocadas. La novela no busca igualar contextos, sino establecer resonancias.

Traducir el trauma

«Traducir» en Volver la vista atrás no es simplemente pasar de un idioma a otro (aunque también, pues el chino ocupa un lugar central en la formación de Sergio), sino más bien transformar una experiencia vital en relato, darle sentido a través de la palabra. Vásquez, como narrador, asume la tarea de mediador: entre generaciones, entre lenguas, entre geografías. La novela es también una reflexión metanarrativa sobre la posibilidad —y los límites— de contar una historia que no es del todo propia, pero que se vuelve necesaria para entender el presente. Como ha señalado el propio autor en varias entrevistas, este es su primer libro que parte de un encargo. Sergio Cabrera lo contacta para pedirle que escriba sobre su vida. Lo que podría haber sido un ejercicio de hagiografía se convierte, en manos de Vásquez, en una novela que interroga las motivaciones del relato autobiográfico, sus trampas y sus silencios. El escritor no se limita a reconstruir hechos: los interroga, los contextualiza, los dramatiza. Y en ese proceso, la novela se convierte en una traducción del trauma individual en memoria colectiva.

La figura del hijo —Sergio—, atrapado entre la fidelidad a un proyecto heredado y la necesidad de autonomía, se vuelve metáfora de una generación entera, tanto en Colombia como en España. Una generación que creció en la sombra de las grandes ideologías del siglo XX y que ahora debe encontrar formas de nombrar la desilusión sin caer en el cinismo. En ese proceso, la literatura aparece como un espacio privilegiado para la negociación simbólica entre pasado y presente, entre lo personal y lo político.

A lo largo de la novela, Vásquez plantea una pregunta fundamental: ¿qué responsabilidad tiene el escritor cuando trabaja con la vida ajena? ¿Dónde termina la crónica y empieza la ficción? El género híbrido que elige —novela de no ficción— permite precisamente explorar esos bordes sin clausurarlos. Esta indeterminación no es una estrategia evasiva, sino una forma de honestidad narrativa: reconocer que todo relato, por muy documental que se pretenda, es siempre una interpretación. Esta ética de la escritura se refleja también en la forma en que se presentan los hechos. Vásquez evita el juicio fácil o la caricatura ideológica. No hay héroes ni villanos absolutos en esta historia: hay personas atravesadas por las contradicciones de su tiempo, por las consecuencias de decisiones tomadas en contextos extremos. El lector asiste, por tanto, no solo a la reconstrucción de una biografía, sino también a una reflexión sobre cómo se construyen las biografías, sobre los relatos que nos contamos para dar sentido a nuestras vidas.

La memoria como cartografía

En un momento especialmente revelador de la novela, Sergio recuerda un entrenamiento militar en las selvas colombianas y cómo aquel aprendizaje de la violencia se mezcla, en su memoria, con las enseñanzas del confucianismo aprendidas en China. Este cruce entre pensamiento oriental y práctica revolucionaria occidental ilustra de forma ejemplar la complejidad de las trayectorias vitales que retrata Vásquez. La memoria, en Volver la vista atrás, no es lineal ni coherente. Es fragmentaria, contradictoria, a veces incluso ilusoria. Pero es precisamente en esa inconsistencia donde la literatura encuentra su materia prima. La novela no ofrece respuestas cerradas, sino una cartografía emocional de los desplazamientos: geográficos, políticos, afectivos. Y esa cartografía tiene, inevitablemente, un centro en España. No solo por el origen de Fausto, sino porque el relato vuelve una y otra vez a ese territorio como espacio de legitimación, como referencia simbólica. España aparece como origen, pero también como destino final, como lugar al que se regresa para cerrar —o al menos intentar entender— un ciclo vital. Es en España donde la novela comienza y termina, como si el viaje, a pesar de su vastedad, solo pudiera encontrar sentido al volver a mirar desde el punto de partida.

En un contexto como el actual, donde las migraciones, los exilios y las diásporas vuelven a ocupar un lugar central en el debate público, novelas como Volver la vista atrás adquieren una relevancia particular. No porque ofrezcan respuestas políticas, sino porque abren espacios de comprensión. En lugar de reforzar identidades fijas, invitan a pensar en los vínculos, en los puentes que se tienden entre orillas distantes. La literatura, en este caso, funciona como una forma de traducción cultural en sentido amplio: permite conectar experiencias que, de otro modo, quedarían aisladas en sus contextos particulares. Al narrar la vida de Sergio Cabrera, Vásquez está también contando la historia de una generación, de un continente, y de las múltiples formas en que las ideologías del siglo XX han marcado la subjetividad de sus habitantes.

La fuerza del libro reside en su capacidad para mezclar lo íntimo con lo político, lo documental con lo imaginado. Y al hacerlo, nos recuerda que todo relato es siempre un desplazamiento: entre lo vivido y lo contado, entre lo que se recuerda y lo que se quiere olvidar.

Referencias:

  • Vásquez, Juan Gabriel. Volver la vista atrás. Madrid: Alfaguara, 2020. ISBN: 9788420435721.

  • Manrique Sabogal, Winston. “Juan Gabriel Vásquez: ‘Todo país necesita una conversación sobre su pasado’”. El País – Babelia, 12 de septiembre de 2020. https://elpais.com

  • Cabrera, Sergio. “No soy un personaje literario, pero mi historia sí lo es”. Entrevista en El Cultural, octubre de 2020. https://elcultural.com

  • Muñoz Molina, Antonio. “El exilio interminable”. Babelia, El País, 19 de septiembre de 2020. https://elpais.com

  • Becerra, Eduardo. “Juan Gabriel Vásquez y las narrativas del pasado: sobre Volver la vista atrás”. Revista Iberoamericana, Vol. 88, nº 280 (2022), pp. 371–378. ISSN: 0034-9631. https://revista-iberoamericana.pitt.edu

REDACCIÓN por Equipo Punto y Seguido

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