El hombre que confundió a su mujer con un sombrero – Oliver Sacks

0
140

ATLAS LITERARIO – FRONTERAS Y DESPLAZAMIENTOS

La biblioteca secreta | Europa traducida

Europa traducida: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero – Oliver Sacks (Anagrama, Reino Unido, 1985). Viajes a territorios de la mente

En una época en que las fronteras parecen multiplicarse —geográficas, identitarias, ideológicas—, leer a Oliver Sacks sigue siendo una forma de cruzarlas sin pasaporte. Y no porque sus libros aspiren a la evasión, sino porque invitan a habitar lo desconocido desde la mirada de la empatía, el rigor y la curiosidad. El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, publicado originalmente en 1985 y traducido al español por la editorial Anagrama, no es simplemente una colección de casos clínicos, sino un libro de viajes. No en el sentido tradicional, sino como exploración de los territorios menos cartografiados de la experiencia humana: la mente.

En este volumen, Sacks —neurólogo de formación, escritor por vocación y humanista por naturaleza— presenta veinticuatro relatos clínicos divididos en cuatro secciones, cada una centrada en distintos tipos de trastornos neurológicos. Pero lo que en manos de otro podría haber sido una exposición técnica o una relación fría de patologías, en Sacks se convierte en literatura: una narración minuciosa y compasiva que transforma a los pacientes en protagonistas y a sus síntomas en claves de acceso a formas alternativas de habitar el mundo.

Oliver Sacks (Londres, 1933 – Nueva York, 2015) pertenece a esa rara estirpe de científicos que escriben como quien escucha, y que escuchan como quien escribe. En él, la medicina no se entiende como una disciplina cerrada, sino como un cruce entre el relato, la ética, la observación y la humildad. Se formó como neurólogo en Reino Unido, pero desarrolló la mayor parte de su carrera en Estados Unidos. Su escritura —de una claridad extraordinaria— le convirtió en uno de los grandes divulgadores del siglo XX, y también en un narrador sui generis, capaz de situarse en la tradición de la literatura inglesa (de Sterne a Woolf), sin renunciar nunca al método científico.

En El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Sacks recupera el formato del caso clínico pero lo dota de un estilo narrativo refinado, donde el paciente no es un objeto de estudio, sino un sujeto de experiencia. Lejos del distanciamiento clínico, lo que ofrece es una forma de acompañamiento: una inmersión respetuosa y profundamente humana en las vidas de quienes sufren desórdenes neurológicos tan complejos como la agnosia visual, el síndrome de Tourette, la afasia, la pérdida de memoria o el autismo.

El caso que da título al libro, por ejemplo, presenta a un músico que ha perdido la capacidad de reconocer rostros y objetos visuales. El relato, lejos de convertirse en una mera exposición patológica, se transforma en una pequeña parábola sobre la percepción, la identidad y el modo en que construimos la realidad. A través del lenguaje sobrio de Sacks, ese “hombre que confundió a su mujer con un sombrero” no es un monstruo clínico, sino alguien que habita el mundo desde un ángulo distinto, y cuyo recorrido mental se nos revela como una cartografía nueva.

Incluir este libro en el subapartado Europa traducida no es solo una cuestión geográfica. Sacks nació en Inglaterra, pero escribió y publicó este libro en los Estados Unidos. Su inclusión responde más bien a otro tipo de traducción: la que permite transitar entre disciplinas, idiomas, culturas cognitivas. El paso del inglés al español, en la cuidada traducción de Damià Alou para Anagrama, es solo el primer cruce. A partir de ahí, el texto se abre como una serie de pasarelas: entre el saber científico y el saber literario, entre la normalidad y la diferencia, entre la objetividad médica y la subjetividad vivida.

Cada caso descrito por Sacks implica una forma de traducción: de lo inefable al relato, del síntoma al significado, del lenguaje del cuerpo al lenguaje del pensamiento. Su escritura traduce, también, lo incomprensible en un marco de comprensión humana. Donde otros verían anomalía o déficit, él detecta singularidad. Donde otros diagnosticarían, él narra. Esta actitud no le aleja del rigor médico, al contrario: lo enriquece, le da profundidad y sentido.

Es significativo que muchos de los pacientes descritos en el libro tengan dificultades con el lenguaje —ya sea para hablar, entender, recordar o estructurar el mundo a través de él—, y que sea precisamente el lenguaje del autor el que sirva para restituir su historia. Este proceso convierte la escritura de Sacks en una herramienta ética: narrar lo que el otro no puede narrar por sí mismo, sin apropiarse de su voz, sin distorsionarla, es uno de los retos mayores de la literatura testimonial. Y Sacks lo resuelve con una mezcla de sobriedad, afecto y escucha.

El subtítulo que aquí se propone —»Viajes a territorios de la mente»— resume bien la propuesta del libro. Cada relato es una expedición a un terreno poco explorado del cerebro humano: no como terreno de batalla, sino como geografía singular. En la tradición de los grandes cronistas de viajes, Sacks se comporta como un etnógrafo que visita tierras lejanas y las describe con la precisión de un cartógrafo y la sensibilidad de un novelista.

Algunos de los casos descritos son verdaderamente inquietantes: un marinero cuya memoria se ha detenido en 1945 y no puede registrar ningún recuerdo nuevo; un paciente que vive en un bucle de compulsiones verbales y gestuales incontrolables; una mujer que pierde la capacidad de percibir su propio cuerpo. Sin embargo, lo que hace que estos relatos no caigan en el morbo ni en el exhibicionismo es el respeto constante hacia la persona detrás del diagnóstico.

Esta ética del cuidado atraviesa todo el libro. Sacks no intenta corregir, sino comprender. No medicaliza la diferencia, sino que la convierte en una oportunidad para ampliar nuestro concepto de lo humano. En ese sentido, sus «viajes» no son solo hacia la mente de sus pacientes, sino también hacia los límites de nuestra propia comprensión.

Aunque se presenta como una obra de divulgación científica, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero puede y debe leerse como literatura. No solo por su estilo, sino por su estructura, sus temas y su mirada. En muchos casos, los relatos de Sacks recuerdan a las parábolas de Kafka, los cuentos de Borges o los monólogos interiores de Virginia Woolf. La fragmentación de la identidad, la tensión entre lo real y lo percibido, el vértigo de la conciencia alterada: todos ellos son temas que la literatura ha abordado desde siempre, y que aquí encuentran una nueva formulación.

Sacks cita, entre otros, a LuriaAleksandr Luria, el investigador ruso que fundó la neuropsicología moderna—. William James filósofo y psicólogo estadounidense, fundador de la psicología funcional— o Freud Freud postuló la existencia de una sexualidad infantil perversa polimorfa—, pero su texto dialoga también con los clásicos literarios. En su forma de narrar, hay un impulso claramente modernista: la voluntad de captar la conciencia en su flujo, de mostrar las fisuras de la percepción y la multiplicidad de la experiencia interior. La mente, en Sacks, no es una maquinaria cerrada sino una novela en curso, un relato que se construye a partir de fragmentos, síntomas y recuerdos desordenados.

Esta cercanía con la literatura se refuerza en la traducción española, publicada por Anagrama en su colección de ensayo, pero leída a menudo en circuitos literarios. En España, el libro ha tenido un recorrido sostenido, con múltiples reediciones y un lugar destacado en bibliotecas universitarias, clubes de lectura y formaciones de humanidades médicas. Su presencia en el mercado editorial español no es, por tanto, anecdótica: ha sido una puerta de entrada a la neurociencia desde el campo de la literatura y viceversa.

En el contexto actual, donde proliferan los discursos simplificadores sobre la salud mental, y donde la diferencia es a menudo etiquetada con rapidez, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero ofrece un antídoto valioso: una mirada lenta, informada y profundamente humana. Su lectura nos invita a abandonar la prisa diagnóstica y a cultivar una escucha más compleja, más matizada, más atenta.

Desde el punto de vista editorial y cultural, incluir esta obra en el Atlas Literario significa también reivindicar un tipo de escritura fronteriza, que combina ciencia y arte, testimonio y análisis, historia clínica y narración vital. Un libro que desafía categorías y se sitúa en un territorio híbrido, como tantos otros que componen el corpus de “Europa traducida”.

Porque traducir no es solo pasar de una lengua a otra. Es también crear puentes entre formas de conocimiento, entre sensibilidades, entre disciplinas. En ese sentido, Sacks es un traductor en el sentido más amplio: de lo invisible a lo legible, de lo incomprendido a lo nombrado, de lo inabarcable a lo narrado.

Leer publicaciones anteriores de FRONTERAS Y DESPLAZAMIENTOS  Pulsar aquí

REDACCIÓN

Punto y Seguido.

Artículo anteriorMil cosas – Juan Tallón
Artículo siguienteJosé Granero: la danza como destino
HOJAS SUELTAS -Periódico Cultural altruista y sin ánimo de lucro- es un espacio único y diverso. No pretendemos ser especiales, simplemente diferentes. Roberto Fernández, Andrés López, PIlar Santisteban, Beatriz Caso, Susana Dieguez y Marcos Gómez-Puertas: Formamos parte, desde diferentes lugares del país, del equipo de Redacción junto a otros muchos. Los seis somos amantes de la cultura y muy especialmente de la literatura, y por fin, decidimos formar el grupo editor «Punto y Seguido» con el que firmaremos todos los trabajos: artículos, investigaciones, reseñas, etc, que redactamos y aparecerán en el periódico.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí