Sinopsis
La voz del violín nos devuelve a Vigàta, esa Sicilia imaginaria que Andrea Camilleri convirtió en territorio literario a través de la figura del comisario Salvo Montalbano. En esta entrega, el asesinato de una joven hermosa, esposa de un médico boloñés, sacude la aparente calma isleña. Hallada muerta en su chalet, junto a un violín misterioso y sin rastro de sus joyas, la mujer se convierte en el centro de una investigación marcada por la desconfianza y la intuición inquebrantable de Montalbano. Un pariente desequilibrado parece ser el autor perfecto, pero el inspector, escéptico por naturaleza, se resiste a cerrar el caso, incluso cuando la muerte de un sospechoso ofrece a sus superiores la coartada ideal para darlo por concluido.
La novela se organiza en una sucesión de capítulos que se desarrollan con la precisión de una partitura musical —acorde con el violín que da título a la obra—. Camilleri combina escenas costumbristas, secuencias de interrogatorios, descripciones ambientales de la Vigàta imaginaria y diálogos ágiles que funcionan como engranajes narrativos. El relato avanza con la cadencia pausada que caracteriza a Montalbano: lejos de la prisa, el inspector se demora en detalles, rastrea pistas mínimas y escucha silencios con la misma atención que palabras. Los flashbacks y reconstrucciones de hechos se insertan de forma natural, dando densidad a la investigación sin complicar la comprensión del lector.
Salvo Montalbano vuelve a ser el eje de un universo donde la ley y la ilegalidad se rozan con peligrosa familiaridad. Su personalidad —mezcla de ironía, obstinación, sentido de la justicia y melancolía siciliana— encuentra en este caso un desafío moral: resolver un crimen sin plegarse a la comodidad de una versión oficial. El resto de personajes gravitan a su alrededor como piezas de un puzle imperfecto: los colegas de la comisaría, tan ineficaces como entrañables; el superior jerárquico, siempre presto a cerrar expedientes; y una galería de secundarios que encarnan la Sicilia popular, supersticiosa y a menudo corrupta. El pariente desaparecido, figura fantasmal en la trama, es tanto una excusa como un espejo de la locura social que Camilleri dibuja con trazo humorístico y desencantado.
Camilleri reafirma aquí su estilo: prosa clara, diálogo abundante y una narración en tercera persona que se pliega, sin embargo, a la perspectiva de Montalbano. El narrador omnisciente filtra la realidad a través del carácter del comisario, lo que dota a la obra de una subjetividad matizada por el sarcasmo y la reflexión. El habla local, salpicada de modismos sicilianos, da sabor y autenticidad a los intercambios verbales. Los diálogos —marca de la casa— funcionan como bisturíes: cortan, desvelan, sugieren. La descripción, siempre funcional, sitúa la acción en una Vigàta que es a la vez real e imaginada, teatro de una moral ambigua.
La voz del violín se inscribe plenamente en la tradición de la novela negra mediterránea, esa vertiente del género que combina intriga criminal con crítica social y sentido del humor. Como sucede en las obras de Manuel Vázquez Montalbán —referente declarado de Camilleri y padre literario de Pepe Carvalho—, la gastronomía, la política local y la corrupción estructural se imbrican con el enigma policial. Publicada originalmente en 1997, la novela consolidó a Montalbano como uno de los detectives europeos más carismáticos de las últimas décadas, tan próximo a Maigret como distante de la frialdad escandinava que, en la misma época, conquistaba la novela negra.
El violín, objeto mudo y a la vez elocuente, simboliza la melodía secreta del crimen: la belleza truncada, la pasión oculta, la nota disonante en la rutina siciliana. A través del caso, Camilleri explora la dualidad de la verdad oficial y la verdad subterránea, recordando que la justicia —al menos en Vigàta— rara vez se encuentra en los expedientes sellados. La corrupción policial, la complicidad social y la fragilidad de la vida humana son temas recurrentes, tratados sin moralismos, pero con una lúcida tristeza que es, quizá, la firma más reconocible del autor.
Valoración
La voz del violín no es la entrega más vertiginosa de la saga de Montalbano, pero sí una de las más representativas de su esencia: ritmo pausado, humor sutil, un caso que importa tanto como el retrato de la Sicilia interior y sus contradicciones. Es cierto que, para algunos lectores, la reiteración de recursos —la parsimonia de Montalbano, los encontronazos con sus superiores, la corrupción que nunca cesa— puede resultar previsible. Sin embargo, esa repetición es, en realidad, una declaración de principios: en Vigàta, la justicia nunca es total ni limpia, y Montalbano, con todos sus defectos, es el último garante de una verdad incómoda. Camilleri logra que sigamos leyendo no solo para saber quién mató a la joven del violín, sino para acompañar a un personaje que, en cada página, confirma su humanidad.
Sobre el autor
Andrea Camilleri (1925-2019) fue uno de los grandes narradores italianos contemporáneos. Filólogo, director teatral y guionista, saltó a la fama tardíamente gracias a la serie del comisario Montalbano, que inició con La forma del agua en 1994. Su obra, traducida a decenas de lenguas, abarca novela negra, ensayo histórico y teatro. Entre sus títulos más celebrados figuran El perro de terracota, El ladrón de meriendas o La paciencia de la araña. Camilleri logró, con Montalbano, reinventar el género policial mediterráneo, dotándolo de una identidad profundamente italiana y universal a un tiempo.
Con La voz del violín, el lector tiene la oportunidad de regresar a Vigàta, un lugar ficticio donde la moral y la ley bailan al ritmo de un violín que, aunque callado, resuena largo tiempo en la conciencia del lector.
Redacción. Punto y Seguido