“Guerreras: españolas que empuñaron las armas”

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Entrevista a las autoras Carolina Molina, Ana Morilla, Pilar Queralt del Hierro

“Guerreras: españolas que empuñaron las armas” es un libro de divulgación, con biografías cortas que recorre, a lo largo de los siglos, la historia de las españolas implicadas en la guerra. Algunas se alistaron en los ejércitos por vocación y lo hicieron disfrazadas de varón, en tiempos donde esto estaba prohibido a la mujer. Otras fueron heroínas que se vieron obligadas a defenderse a sí mismas o a su familia del invasor extranjero. También hubo reporteras de guerra que informaron del transcurso de la contienda, enfermeras en el frente cuidando a los heridos, aguadoras en mitad de la batalla y otras muchas, sin embargo la mayoría han sido injustamente olvidadas. Carolina Molina, Ana Morilla y Pilar Queralt del Hierro quieren sacarlas de los ambientes académicos y llevarlas al gran público.

Carolina Molina y Ana Morilla (Caseta de Editorial Almuzara, Feria del LIbro de Granada )
Pilar Queralt del Hierro

Hablamos con las autoras con motivo de la firma de «Guerreras» en la presente Feria del libro de Granada.

¿De verdad hubo mujeres en el campo de batalla? ¿No estuvieron siempre en la retaguardia, protegidas y sin correr riesgos?

Igual que les sucedió a los varones, las mujeres se vieron envueltas en la batalla durante las invasiones extranjeras, en algunos episodios de la Reconquista o en la guerra civil, por poner solo unos ejemplos. Muchas están envueltas en la leyenda, pero otras están bien documentadas. En los cercos de las ciudades el comportamiento de las mujeres fue ejemplar y así está registrado, bien como auxiliares en labores de guerra y defensa, bien tomando las armas, porque ellas también tuvieron que protegerse a sí mismas o a los suyos. El instinto de supervivencia impulsó los conocidos casos de María Pita o Agustina de Aragón, pero hubo otros muchos injustamente olvidados y que en el libro recordamos a los lectores.

Hablemos de lo que llevó a las mujeres a tomar las armas, porque no siempre fue por instinto de supervivencia.

Hubo numerosas circunstancias. A diferencia de los varones, hasta no hace mucho las mujeres tenían prohibido formar parte de los ejércitos, pero desde siempre existieron mujeres con vocación militar. Algunas eludieron la prohibición disfrazándose de hombre y se alistaron, por ejemplo la Monja Alférez, quizá la más popular, pero también Ana María de Soto, la primera mujer infante de marina documentada, o Francisca Burdeos que luchó como varón en las guerras carlistas. Tal vez el ejército les proporcionaba entonces la posibilidad de escapar de una vida que las restringía al hogar y al matrimonio. Algunas también lo hicieron, ya en el siglo XX, por idealismo y firmes creencias políticas, como Aída Lafuente y Lina Ódena.

Supongo que la guerra de Independencia española ha sido un filón para las tres autoras de cara a biografiar a numerosas mujeres

En efecto, en la defensa de plazas y sitios o entre los guerrilleros, la participación femenina fue tal que asombró a los franceses y a los propios españoles. De hecho, los ingleses, que entonces eran aliados, tenían miedo de que los confundieran a ellos con los franceses y los mataran. La fiereza de las españolas y su resistencia fue desconcertante para todos. De ahí esos grabados tremendos de Goya donde las mujeres luchan como fieras. Entre otros miles de episodios, entonces se creó la Compañía de Santa Bárbara, el primer batallón femenino español.

Mujeres hubo también en el campo de batalla que no daban la muerte, sino la vida.

Por supuesto; sería injusto olvidar a las aguadoras que saciaron la sed de los soldados, como María Bellido en la batalla de Bailén o Ignacia Martínez en la Guerra de África. Otras fueron las reporteras que estuvieron en pleno frente, como Carmen de Burgos y Teresa de Escoriaza, o las fotoperiodistas como Sabina Muchart, y por supuesto las enfermeras de guerra, como Consuelo González Ramos y Elvira López Mourin.

—Manuela Cuesta—

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