Marcelino Menéndez Pelayo arrinconado

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La Biblioteca de su legado lleva seis años en obras y sus libros permanecen almacenados

El nombre de Marcelino Menéndez y Pelayo, uno de los grandes humanistas y eruditos españoles del siglo XIX, vuelve a los titulares, no por un reconocimiento a su vastísima aportación intelectual, sino por el abandono institucional que afecta a su legado. La situación actual de la Biblioteca Menéndez Pelayo, situada en Santander, y el paradero de sus más de 42.000 volúmenes, muchos de ellos de incalculable valor histórico, ha suscitado una ola de preocupación entre historiadores, académicos, bibliotecarios y ciudadanos. Desde 2019, la biblioteca se encuentra cerrada por obras de rehabilitación que, según denuncian voces del ámbito cultural, avanzan a un ritmo tan lento que amenaza con perpetuar el olvido del patrimonio bibliográfico del autor.

La Biblioteca Menéndez Pelayo, fundada por expreso deseo del autor santanderino, es uno de los fondos bibliográficos más singulares y valiosos de España. En ella se conservan manuscritos, ediciones rarísimas, incunables, cartas personales, anotaciones marginales en los libros que el propio Menéndez Pelayo utilizó para sus estudios, además de la correspondencia con otros grandes intelectuales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, desde hace seis años, todo este tesoro bibliográfico permanece guardado en cajas dentro de un almacén, sin posibilidad de consulta, ni presencial ni digital.

Este hecho fue confirmado por diversas fuentes, entre ellas el diario El País en una crónica publicada el pasado 6 de mayo de 2025, en la que se detalla que el acceso al fondo documental está absolutamente restringido y que no existe todavía una fecha concreta para la reapertura del edificio. La alcaldesa de Santander, Gema Igual (Partido Popular), reconoció que el proyecto se encuentra en una fase de «licitación de la segunda parte de la obra», y que esperan que las nuevas fases de rehabilitación puedan estar en marcha «antes de finalizar el verano». No obstante, la comunidad cultural muestra escepticismo ante estos plazos, dados los reiterados retrasos previos.

Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912) fue un titán de la erudición, un filólogo, historiador, crítico literario y pensador que dirigió la Biblioteca Nacional de España y fue miembro de numerosas academias. Su obra representa una síntesis única entre el pensamiento conservador tradicionalista y un rigor científico que le llevó a ser referencia incluso para intelectuales alejados de su ideología. En palabras del catedrático José Luis Abellán, «es impensable entender la historiografía literaria española sin pasar por la obra de Menéndez Pelayo».

Resulta paradójico que, mientras España vive un momento de revisión de su historia cultural y se impulsa la recuperación de figuras olvidadas, un autor de esta magnitud se vea relegado por la desidia administrativa. La falta de inversión real, la burocracia técnica y el escaso interés político por el patrimonio intelectual parecen ser los ingredientes de este olvido institucional. La obra del pensador cántabro ha sido reivindicada por filólogos como Pedro Cátedra, Fernando Bouza o Emilio Pascual, quienes insisten en su necesidad para comprender no solo la literatura, sino también el pensamiento político, religioso y estético del periodo contemporáneo.

La biblioteca fue cerrada en 2019 con el objetivo de acometer unas obras de rehabilitación estructural, tras detectarse importantes deterioros en la techumbre y los sistemas eléctricos. Desde entonces, el proyecto ha pasado por sucesivas fases de licitación, interrupciones administrativas y parálisis presupuestarias. La primera fase de las obras, centrada en consolidar la estructura y mejorar la accesibilidad del inmueble histórico, concluyó en 2022. Sin embargo, la segunda fase —relativa a la museografía, restauración de interiores y acondicionamiento del archivo— aún no se ha iniciado. Esta situación ha impedido el retorno de los libros a sus estanterías y, con ello, el acceso de investigadores y ciudadanía al fondo documental.

Desde la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Santander se ha insistido en que “el proyecto es prioritario”, aunque se reconoce que no existe fecha de reapertura. Este reconocimiento de indefinición ha generado indignación entre distintas organizaciones culturales. La Asociación de Bibliotecarios de Cantabria ha denunciado públicamente esta situación, afirmando que “el daño al patrimonio bibliográfico es irreversible cuanto más se prolongue el cierre”. Por su parte, el colectivo de investigadores Memoria Escrita ha emitido un comunicado en el que exigen “la inmediata digitalización y acceso remoto” de los documentos más valiosos para evitar su desaparición del circuito académico.

El edificio que alberga la Biblioteca Menéndez Pelayo fue donado por el propio autor al morir en 1912. En su testamento, expresaba el deseo de que su biblioteca se mantuviera “íntegra y siempre al servicio del saber”. Además del edificio principal, el complejo incluye su casa natal y el cementerio donde reposan sus restos, convertido en espacio de visita patrimonial. El entorno en su conjunto fue declarado Bien de Interés Cultural en 1982, lo que hace aún más incomprensible el grado de abandono que ha sufrido.

Además, el abandono no se reduce únicamente a las obras. En los últimos tres años se ha reducido notablemente la actividad divulgativa, académica y cultural vinculada a Menéndez Pelayo. El premio homónimo, que fue uno de los galardones más prestigiosos de humanidades en el ámbito hispano, lleva desde 2021 sin convocarse. Algunos estudiosos advierten de que este “olvido institucional” se debe también a la incomodidad política que suscita su figura en el contexto actual, dado su pensamiento tradicionalista y católico, aunque esta hipótesis no ha sido oficialmente reconocida por ninguna administración.

La clausura prolongada de la Biblioteca Menéndez Pelayo representa no solo una negligencia en términos patrimoniales, sino un retroceso en el acceso al conocimiento humanístico en España. Si el siglo XIX fue el de los grandes compiladores, el siglo XXI corre el riesgo de ser el del olvido burocrático. A día de hoy, más de 42.000 volúmenes —entre ellos primeras ediciones de Lope de Vega, manuscritos de Fray Luis de León o cartas autógrafas de Unamuno— siguen sin poder ser consultados ni siquiera por medios digitales. La espera, dicen algunos, se ha convertido en silencio.

Redacción

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