Ramiro Gairín, zaragozano, Ingeniero de Montes. Desde hace un año vive en Fiscal, una pequeña población del Pirineo de Huesca donde además de trabajar y escribir poesía, intenta ofrecer a su hijo otra manera de ver y estar en el mundo. Y esto lo refleja perfectamente en este último libro, Carreteras que brillan en el bosque (Los versos de Cordelia).
He leído todos sus libros, desde Que caiga el favorito hasta estas Carreteras… He seguido su evolución y solo puedo dejar palabras de admiración para este poeta de lo cotidiano que nos muestra la belleza que normalmente se nos escapa a pesar de tenerla tan cerca, entre los dedos de la mano. Él la ha plasmado en Aguanieve, Lar, La ciudad que no somos, El mar en el buzón o Tiempo de frutos. Además, se pueden leer sus poemas en revistas como Turia, Isla de Sitolá, Caracol Nocturno o Rolde.
Carreteras que brillan en el bosque nos habla del cambio de vida de la ciudad a la belleza de las montañas pirinaicas, el cambio en el día a día, en la cotidianidad de una existencia que discurre por estas carreteras con las vistas más paradisíacas que se puedan contemplar. Un libro que supuso el Premio de Poesía Ciudad de Salamanca 2024. Un espaldarazo para este ingeniero para quien la poesía es su forma de estar en el mundo.
En estas Carreteras que brillan (y deslumbran) en el bosque Ramiro Gairín nos deja poemas que embargan el alma, que se suben a la platea de los sentimientos y te dejan seco con ese viaje de vuelta a aquella novedad divina de la paternidad. Momentos en que se nos echa encima la mirada de un dios -exista o no-, porque en esta vida no hay nada más hermoso que ese tiempo en que tratas de dormir / de mantener dormido / si acaso hubo suerte/ en los brazos a un niño, paseando / por una casa a oscuras”
En las Carreteras… la belleza lo envuelve todo, el Pirineo, la naturaleza: Estamos aprendiendo, desde aquí / desde su interior, a desaprenderla. /Puede que así sepamos hacer algo por ella. / O, mejor, que entendamos / cómo no se hace nada. La naturaleza, los cambios, su eterno regreso para repetirse. Ayer llegó el otoño con sus hojas / el viento y las bufandas. El niño, el fagüeño montaraz y caliente en cuya risa se cuela su canto alborotado. Y los que quedan absurdamente en el camino de la vida.
El bosque que surcan estas Carreteras… atrae y encoge a la vez y en cuyo centro, a ciegas, podemos escuchar cómo suceden las cosas importantes. Naturaleza que se renueva y nos deja el mensaje: tú has venido a morir aquí / pero los pájaros y los cerezos/ nos vamos a quedar para tus hijos / para los hijos de tus hijos. Una naturaleza en la que caben todos los hombres, todas las civilizaciones. Hombres que tengan dentro palabras en flor / sin aguijones.
La niebla, el fuego, el viento, la nieve, la melodía eterna / de lo invencible. Pero, sobre todo, en medio de esa naturaleza, la vida, los hombres y ese hijo al que le dice: Tú sí me estabas dando / una lección de poesía.
En la primera parte de este libro, muchos de los versos vienen precedidos de algún verso de Louise Gluck y su hermoso, muy hermoso, poemario A village life. En la segunda parte, al grupo musical de folklore aragonés La Ronda de Boltaña.
Antonio Tejedor