El encuentro con los dioses – Capítulo 8 de «El otro nombre»

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Antes de que el sol entre en el proceso de apagarse, Kenie y cincuenta jóvenes guerreros salen en dirección a las montañas. Al pasar por la cueva que ocupara a su llegada, recoge las armas capturadas a los guardianes y resto de extraños objetos. Luego divide a todos los Mosere en dos grupos y estos a su vez, en otros dos. Se encuentran a menos de una quincena de días de las altas montañas, si no se retrasan mucho.

            No tienen encuentro alguno con guardianes hasta un día antes de alcanzar el valle, en el que deben encontrar a quienes quedan de la tribu Socoa. Seis guardianes les preceden. Uno de sus Mosere regresa fatigado desde la avanzadilla para informar.

Llevan tubos similares a ese tuyo y hablan a un objeto que ponen frente a su cara que desprende una luz.

Nos desplegaremos y los aniquilaremos cuando paren a descansar.

            Dos horas más tarde y alrededor del fuego de una hoguera, ven sentados o tumbados a seis guardianes. Cuando están dispuestos a atacarlos llegan diez más y se unen al grupo. Esperan para comprobar si van a descansar. En efecto, se tumban sin dejar guardián alguno vigilando el campamento.

Que prepotencia tienen. Están tan confiados en que nadie puede atacarlos, que ni ponen centinelas. Mejor así —señala Kenie, mientras distribuye a sus guerreros y los jefes de grupo preparan las armas largas que portan—. El resto, que carece de ellas, elige cada cual a un guardián de los dioses para ensartarlo con sus flechas.

            Dejan transcurrir una hora y cuando consideran que están profundamente dormidos, da orden de atacar. En pocos minutos todos los guardianes son aniquilados.

Ahora recuperemos sus armas y todos los objetos que encontréis. Ocultaremos los cuerpos inmediatamente, no podemos dejar rastro alguno. No toquéis los objetos por los que hablan.

            Descansan tras el esfuerzo de acarrear los cuerpos sin vida hasta una sima, luego prosiguen la búsqueda de los Socoa. Kenie lee las anotaciones proporcionadas por Numak, donde aparecen los nombres de quienes deben encontrar, y la frase especial que debe decir a modo de santo y seña para confirmar que no son secuaces del Chamán o guardianes de los dioses.

            A punto de amanecer y aprovechando los bancos de niebla que se han levantado, avanzan hasta ver un par de columnas de humo, separadas a ambos lados del valle. Envía a uno de los grupos de sus Mosere hasta la primera de las hogueras, y él junto al resto, se dirigen a la segunda. Enseguida les dan el alto. Los Socoa si son conscientes del peligro que les acecha. Avanza hasta el centinela.

Paz Socoa. Soy Kenie, enviado de Numak, os traigo noticias.

Espera ahí con tus manos en alto sin armas.

            Poco después un joven guerrero con un venablo en sus manos y una espada en la cintura se acerca hasta Kenie.

Numak me ha enviado en vuestra busca y ayuda, me dijo, los Dioses verdaderos son nuestros antepasados.

Claro, y ellos nos salvaran de los falsos —responde de inmediato Pasak, líder de los Socoa—. Bienvenidos.

            Todos los hombres entran en la cueva a descansar. Kenie envía a dos de los suyos a reunirse con el segundo grupo y regresar. Comen y beben juntos. Más tarde muestran a los Socoa las armas y lector capturados a los guardianes. Pasak recibe toda la información precisa y la razón por la que están allí.

            Momentos después Kenie impone a todos los guerreros Socoa, su segundo nombre y prepara un grupo para regresar a la aldea. Para ello, preparan a diez guerreros que acompañen a las mujeres y niños hasta la aldea Partal, prevista como refugio y concentración. El resto de los hombres Partal y Socoa, preparan el asalto a la Marca de los dioses.

            Salen al cabo de tres días. El grupo con las mujeres y niños, tardarán no menos de veinte en llegar a la aldea Partal. Algunos guerreros portan armas largas, mientras los dirigentes solo llevan cortas y escondidas. Al llegar deberán presentarse a Mirak, quien los llevará ante Numak con las precauciones debidas. El grupo, bajo la dirección de Kenie y Pasak, tardarán solo siete días en llegar a la Marca de los dioses.

            Ambos traban amistad enseguida. Pasak aprende el manejo de todas las armas, a silenciarlas para ser más eficientes evitando ser descubiertos. Recuerda con horror la masacre en su aldea con el ensordecedor ruido de aquellas armas, y el odio nacido hacia los dioses. La tristeza se refleja en sus ojos. Recuerda a sus seres queridos y sobre todo, a la mujer que eligió para ser su esposa. Kenie pone su brazo izquierdo sobre el hombro derecho de Pasak en ademán de amistad y afecto.

Comprendo y lamento tu situación Pasak, pero debemos sobreponernos. Piensa que cuanto hacemos nos encadena a la vida y vincula a cuanto esperamos hacer en ella.

Lo admito, pero hay momentos en los que debo ser débil, sentirme un ser humano.

Lo sé. Debes entender que cuanto aflige tu alma, más tarde que temprano, afectará a tu cuerpo y debes tenerlo preparado para la prueba que nos espera.

Estaré suficientemente preparado para ese momento.

Eso espero. Debemos ser fuertes, alguno de nosotros no sobrevivirá.

Lo sé. Acabaremos con esas gentes que juegan a ser dioses.

            La Marca está cerca, Kenie manda esconder las armas capturadas y pide dejen solo a la vista las propias, venablos, espadas y arcos con sus flechas. Él y Pasak dejan a sus hombres y se encaminan solos hasta la planicie de la Marca. Aparece frente a ellos limpia de árboles, solo un manto verde rodea un círculo en cuyo centro hay un sol con numerosos rayos, muy parecido al que ellos llevan en sus espaldas. Los rayos parecen señalar caminos hacia diferentes direcciones. Dos de ellas están claras, señalan las aldeas Socoa y Partal.

             En la Marca de los Dioses no hay nadie. Es imposible deducir o averiguar la dirección que deben tomar para encontrarlos. Durante un tiempo mantienen constante observación, luego regresan junto al grupo y deciden esperar. Lo hacen durante tres días, tras los cuales toman la decisión de enviar emisarios en todas las direcciones, excepto las ya conocidas. Tal vez así, den con la exacta o encuentren otras tribus o aldeas sometidas por los dioses, a quienes puedan ayudar.

        A punto de rendirse y abandonar la Marca, la suerte los acompaña. Desde el lugar donde se encuentran ocultos observan, que por uno de los caminos señalados por el signo solar, aparece un numeroso grupo de jóvenes, mujeres y hombres con edades comprendidas entre los 16 y 18 muntus, bajo la atenta mirada de diez guardianes armados. Los hacen parar sobre el circulo mientras el Chamán o Más Anciano que los guía, los dirige unas palabras, que no llegan a escuchar con claridad. Más tarde le ven abandonar la Marca y alejarse solo, por el mismo camino que apareció el grupo.

            Uno de los guardianes, tan pronto desaparece el Chamán, se agacha sobre el signo, pulsa un saliente y el circulo comienza a elevarse. En ese momento los jóvenes, se asustan y comienzan a gritar. Los guardias, con ademanes, sin hablar, los obligan a guardar silencio. Termina de elevarse el círculo y deja ver algo sorprendente a los ojos de Kenie. No sabe que es. Una especie de caja de gran tamaño, se desplaza suspendida sobre el suelo fuera del círculo nada más introducirse en ella uno de los guardianes. Poco después los jóvenes son obligados a subir. Minutos después inicia un desplazamiento sin provocar ruido alguno.

            Uno de los guardianes baja de la caja, aplica su mano sobre un punto del círculo y éste comienza a bajar hasta cerrar aquella cavidad bajo el terreno. Después, se eleva unos metros sobre el suelo desplazándose con rapidez en dirección sur, sin línea o camino marcado. Kenie sospecha debe dirigirse hacia el lugar donde los Más Ancianos decían se encontraba la zona prohibida, el lugar donde viven los dioses.

            Esperan a que desaparezca para bajar desde donde se ocultan hasta el círculo. Busca el punto donde el guardián pulsó y hacen lo mismo. Al aplicarlo se realiza idéntica operación, deja a la vista otra caja vacía. Kenie sube a ella y después de muchos intentos consigue moverla. Llama a todos los hombres, suben y realiza una serie de maniobras para dominar aquel artefacto que se sustenta a unos metros del suelo y se desplaza. Uno de sus hombres, a su petición, pulsa el punto del círculo y lo cierra.

            Se dirigen temerosos en la misma dirección que los guardianes. La velocidad, aunque lenta, es sin duda superior a la que puede desarrollar un hombre corriendo, tal vez mayor, por lo que en muy poco tiempo se alejan de la Marca. La altura sobre el suelo es constante y solo al cabo de media hora, al abandonar el valle, ven unas construcciones semejantes a sus cabañas, resplandecientes y ordenadas, alrededor de otra más grande y diferente.

            Optan por parar la caja voladora y pisar tierra. La esconden y tapan con ramas antes de acercarse hasta la aldea, supuestamente de los dioses. La distancia es de dos o tres Pers (Un pers equivale aproximadamente a un kilómetro) Descansan, comen y esperan a que el sol se oculte. Buscan sitios donde poder refugiarse.

            Han dispuesto que algunos hombres queden en la retaguardia, aguardando al grupo. El resto con Kenie al frente inicia el camino hacia la aldea de los dioses. Forman dos grupos de veinte hombres al mando de Kenie y Pasak, el resto queda a la espera de un aviso para viajar hasta la aldea Partal, caso de ocurrir lo peor.

© Anxo do Rego. Todos los derechos reservados.

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Narrador. Fundador, director y editor de la extinta editorial PG Ediciones. Actualmente asesora y colabora en las editoriales: Editorial Skytale y Aldo Ediciones, del Grupo Editorial Regina Exlibris. Director y redactor del diario cultural Hojas Sueltas. Fundador en 2014 de una de las primeras revistas digitales del género negro y policial «Solo Novela Negra». Participa en numerosas instituciones culturales. Su narrativa se sustenta principalmente en la novela policíaca con dieciséis títulos del comisario del CNP, Roberto H.C. como protagonista, aunque realiza incursiones en otros géneros literarios, tales como la ficción histórica, ciencia ficción, suspense y sentimentales. Mantiene su creatividad literaria con novelas, relatos, artículos, reseñas literarias y ensayos.

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