Numak le sigue informando.
—Ahora tengo más de sesenta muntus, siempre fui cazador, por lo que estaba alejado de la aldea la mayoría de mi tiempo. Un día al regresar encontré a unos hombres marcando a cada miembro de la tribu, todos los adultos incluido yo, fuimos amenazados, de manera que no obedecerles significaba la muerte. Al más débil físicamente, le nombraron su representante en la aldea y consecuentemente a partir de ese momento se autoproclamó Chamán cuando consideró que tenía el poder de los dioses a su favor. En nuestro primer encuentro te dije que al Chamán lo mataron los guardianes, pero no fue así, murió bajo una de mis flechas cuando los guardianes regresaron para realizar la masacre, palabra que significa asesinatos en masa, sin compasión, sin defensa de las víctimas. Fue entonces cuando pregunte al Chamán la razón y respondió que los dioses nos castigaban por desobedecer y no cumplir sus normas, las que él había aumentado y comunicado hasta ese momento. Entonces fui a mi choza y sin dudar un solo momento lo llamé desde la puerta y cuando se volvió dije, la tribu te castiga a ti por cobarde a través de mi mano. El resto ya lo sabes.
—Siento lo ocurrido. Le dejaré mi arco y flechas, yo intentaré entender los tubos de los guardianes.
—Pon cuidado, ellos lo agarraban así —señala tomando uno de ellos— lo sustentaban de esta forma, la mano izquierda sujetando por esta parte el tubo y la derecha por la parte más ancha, luego introducían uno de sus dedos, así, en el arco de la parte inferior. Luego con el tubo en esta posición señalaban a un miembro de la tribu y tras apretar con el dedo el arco, salía algo por la boca con un ruido seco, y el joven o adulto caía al suelo sin vida.
—Pondré cuidado Numak. Ahora espera aquí, voy a recoger a Nima y Kira al arroyo.
A medida que el periodo del viaje transcurre, lento como consecuencia del pausado caminar del anciano y la niña, Kenie hace pruebas con el tubo de los guardianes. Pronto sabe diferenciar entre el tubo largo capturado a los guardianes, y el corto, retirado de la cabaña del Chaman junto a unas cajas, cuyo contenido era similar al que soportaba la parte más ancha de aquellas armas, sin filos ni cortes y a modo de carga. Va probando con ellas hasta dominar su empleo y utilización. Pronto aprende a suprimir el fuerte ruido que omiten cuando con el dedo hace salir por la boca del tubo, una luminosa línea roja.
Con ambas armas comienza a cazar conejos. Primero con la corta, luego con la larga. Cuando estuvieron cerca de su aldea ya las controla eficazmente. Antes de entrar busca una cueva, esconde las armas largas, cajas y resto de objetos extraños, excepto el que aplican los enviados de los dioses sobre las señales en el cuerpo. Al acabar se dirige a sus acompañantes.
—Esperarme aquí, entraré en la aldea solo y de noche, no quiero ninguna sorpresa. Tenéis agua y comida seca para un par de días, no hagáis fuego ni salgáis de la cueva.
—Yo las vigilaré, no te preocupes —señala Numak.
Nima hace ademán de acercarse a Kenie para besarle, pero se retira de inmediato. Al verla, su anciano padre se vuelve para dar su espalda.
—Ahora no veré a mi hija como se despide de su futuro esposo.
Al oírlo, Nima abraza y besa con fuerza, rapidez y deseo contenido, a Kenie.
—Cuídate, debes regresar para desposarnos.
—Lo sé —señala mientras la abraza con igual fuerza.
Sale de la cueva cuando en ese momento la niña Kira sale corriendo y se agarra a las piernas de Kenie. Se para y la escucha decir.
—Yo también te quiero Kenie.
—Entonces tendré que darte un enorme beso —dice mientras la sube con sus brazos a la altura de su cara y posa sus labios sobre la frente de la niña.
Se vuelve para lanzar su mano al aire en ademán de saludo.
El resplandor a lo lejos de las hogueras de su aldea anuncia que la noche se acerca. La cabaña del Más Anciano aparece como siempre separada y solitaria, al final de las hileras conformadas por el resto de las cabañas a ambos lados de la calle principal. Todas permanecen en silencio. Kenie avanza sin que nadie salga a recibirle o adviertan su presencia. Parecen estar recluidos, tal vez descansando del trajín diario. Avanza hasta la del Mas Anciano, se acerca, toma aliento y traspasa el umbral de la puerta.
—Más Anciano Torke, soy Kenie tan Maro, acabo de regresar de la aldea de los Socoa.
—Pasa, se bienvenido. Siéntate y cuéntame. ¿Te apetece un cuenco de leche caliente?
—Te lo agradezco, hace mucho que no la pruebo.
Durante horas habla, pregunta y escucha respuestas del anciano Torke que no le gusta oír, sin embargo y pese a sentir sentimientos de hostilidad y resentimientos, mantiene la calma.
—¿Que te ofrecieron los guardianes de los dioses, anciano Torke?
—Solo vivir.
—¿Mientras los demás desaparecían o morían, como los Socoa?
—Más o menos.
—Mereces morir como el Chaman Socoa, como un perro, pero no te mataré pese a merecerlo.
—Si me perdonas la vida ¿Qué quieres que haga?
—En primer lugar, enseñarme a manejar este objeto extraño, lo aplicaré a todos los de nuestra tribu. Por la mañana los reunirás y pedirás que un grupo de Mosere salgan a cazar hasta las grandes montañas y no regresen hasta el mes de Gor.
—De acuerdo, escucha con atención —toma el objeto extraño entre sus manos— te explicaré como funciona.
Desliza una cubierta de metal y deja a la vista una lámina ancha parecida a los espejos que utilizaban las mujeres de la tribu. Sobre ella, aparecen numerosos signos, debajo un cilindro negro. Comprueba la aparición de signos iguales a los que llevan Nima y Kira en sus cuerpos, dos colinas redondas y unidas. También otro similar al que Nima dibujó en el suelo cuando vio su espalda desnuda.
El Mas Anciano Torke prosigue sus explicaciones.
—Aquí, en este punto, debes apretar para averiguar el nombre después de pasarlo por las señales de cada individuo, luego este otro para aplicar sobre su piel, tantos signos como sean precisos. El aparato primero borra los signos anteriores y después fija el que señales con estos puntos y así poder leerlos más tarde. Este último signo, solo se aplica sobre el Más Anciano o sobre quien yo elija para sustituirme.
—Entonces ¿borra tanto los nombres como las señales?
—En efecto.
—Lo comprobaré en ti.
—Como quieras.
Kenie retira la camisa del anciano Torke y aplica el objeto como acaba de enseñarle. La placa se ilumina. Aparece escrito Torke tan Tarok y el signo de un sol sin rayos. Kenie se sorprende y pregunta.
—¿Qué significa este signo?
—Que nadie, ni siquiera los guardianes, pueden tocarme ni obligarme a abandonar la aldea. Es el signo de los dioses, y yo, su representante en la tribu.
—Voy a retirártelo, supongo que podré hacerlo ¿no es así?
—Sí. Marca lo que quieras y cuantos soles te apetezca poner.
Lo hace. Aplica el lector, lo pulsa y el signo de los dioses desaparece. Después se levanta de la silla y señala imperativamente.
—Esta noche no dormiremos, harás una lista con los nombres de la tribu y mañana aplicaré un segundo nombre que sustituya los antiguos por otros nuevos.
—Pero, se darán cuenta cuando vengan los guardianes a la fiesta en Maa.
—Ya veremos. De momento explícame que significan estos signos —solicita señalando otros.
—Las dos colinas significa mujer, la línea recta hombre y cada sol, en virtud de los rayos, 9 muntus cada uno, señala que debe partir antes de cumplir los marcados. De acuerdo con las señales que llevas, deberías ir con los dioses cuando cumplas veintisiete muntus, dentro de uno a contar desde el mes de Kal, mas como la fiesta Donere, se celebra en Maa, pues…
—Debería abandonar la aldea antes de ese aniversario. Bien, pues no será así, mañana te ayudaré a cambiar todos los nombres, incluido el tuyo.
—Pero has expresado el deseo de que no te vea el resto de la tribu.
—Ya sé lo que he dicho —replica Kenie— pero he cambiado de opinión. Ahora prepara los nuevos nombres. Yo iré a descansar un rato, volveré pronto.
Se aleja con el lector en la mano y regresa junto a Nima, la niña y Numak. Al verlo entrar en la cueva, Nima le ve tan alterado que se lanza a sus brazos y pregunta.
—¿Qué ocurre?
—Tanto vuestro Chaman Socoa como el equivalente en nuestra aldea, han sido comprados por los dioses a través de sus guardianes. Parecen ser los únicos que viven suficiente tiempo. Son intocables mientras los demás podemos morir o desaparecer, para ello se dedican a engañarnos con historias y leyendas mediante la creación del suficiente temor, inventando costumbres y obligaciones con los dioses a quienes ni siquiera conocen personalmente.
—Cálmate, Kenie —dice Numak—pondremos remedio, te ayudaré. ¿Qué piensas hacer?
—De momento poneros un segundo nombre y al resto de gente de mi aldea, de manera que los guardianes no puedan retener o enviar ante los dioses a ninguno. He aprendido a manejar el objeto que lee las marcas.
—¿Qué logramos con eso?
—Los guardianes tienen una historia de los nombres de cada uno de nosotros. De esta forma no podrán llevarse a quienes sus máquinas no encuentren.
—¿Has dicho que nos aplicarás un segundo nombre?
—Eso es. Así cuando vengan no podrán hacer nada.
—Pero es posible que regresen tras comprobar el error.
—Tal vez, pero para entonces habremos pensado como defendernos de ellos. Iré a buscar a los jóvenes que enviamos a cazar a las montañas. El resto quedará en la aldea y esperarán nuestro regreso. Ahora bajemos a mi cabaña, que será la vuestra.
Con los primeros rayos del día Kenie presenta a Kira y Numak al Más Anciano, a quien exige.
—Cuida de mi nueva familia, mi futura esposa, su padre y mi hija Kira. Jura que lo harás por nuestros antiguos dioses.
—Juro por nuestros antiguos dioses que cuidaré de ellos con mi vida.
Nima se sorprende, mientras Kira sonríe y se abraza con fuerzas a las piernas de Kenie. Más tarde comienza la maniobra de eliminar sus antiguos nombres y fijar los nuevos a todos los habitantes de la aldea. Al acabar se aleja con Mirak, el único amigo vivo desde la infancia. Le enseña el manejo del tubo corto y le da instrucciones y recomendaciones.
—Sobre todo no dejes nunca solo al Más Anciano con los guardianes, por eso te he puesto el signo de los dioses, no podrán tocarte. Se supone que tú eres su descendiente y sustituto.
—Lo haré Kenie, no debes preocuparte.
—Ahora reúne a cuantos Mosere encuentres, debemos partir inmediatamente, tendrás que apañarte solo con unos pocos para que te ayuden.
—Cumpliré lo que ordenas, no te preocupes.
—Algo más, escucha y atiende las recomendaciones que pueda hacerte Numak.
—Desde luego. Así haré.
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