El Teatro Nacional de Grecia, institución emblemática de la vida cultural helénica, celebró su centenario el pasado 24 de abril de 2025 en Atenas, con una gala que reunió a personalidades destacadas de las artes escénicas, la política y la cultura. Fundado en 1901 pero oficialmente reconocido como Teatro Nacional en 1925, el coloso teatral griego ha sido testigo y protagonista de los avatares políticos, sociales y artísticos de Grecia durante un siglo. Sin embargo, los fastos conmemorativos no lograron ocultar las críticas y tensiones que rodean actualmente al teatro, reflejo de una institución que muchos consideran necesitada de una profunda renovación.
La gala de celebración, que tuvo lugar en el edificio histórico de la calle Agiou Konstantinou, incluyó una representación especial de fragmentos de tragedias clásicas de Sófocles, Eurípides y Esquilo, junto a escenas de obras modernas de autores griegos contemporáneos como Dimitris Dimitriadis o Loula Anagnostaki. La velada contó con la presencia de la presidenta de la República Helénica, Katerina Sakellaropoulou, y de la ministra de Cultura, Lina Mendoni, quienes elogiaron el papel del teatro como “guardian de la herencia dramática” y “motor de la identidad cultural griega”.
No obstante, tras la ceremonia oficial, diversas voces críticas se alzaron para señalar que el Teatro Nacional de Grecia atraviesa una profunda crisis de identidad. De acuerdo con un reportaje de Kathimerini publicado el 25 de abril, numerosos dramaturgos, directores y actores han cuestionado la falta de apertura del repertorio a voces jóvenes, innovadoras y diversas. A pesar de los intentos recientes de incluir nuevas producciones, la programación sigue estando dominada por revisiones de los clásicos griegos y europeos de los siglos XIX y principios del XX, en detrimento de las dramaturgias contemporáneas.
La dramaturga Lena Kitsopoulou, una de las figuras más prominentes del teatro griego actual, manifestó su frustración en declaraciones a Kathimerini: «El Teatro Nacional debería ser el espejo de la Grecia contemporánea, no un museo de nuestros antepasados. Necesitamos nuevas historias, nuevas formas de expresión que hablen de nuestra realidad hoy». Otros artistas, como el director Anestis Azas, han reclamado una mayor inclusión de temas sociales actuales —como la migración, la crisis económica o la identidad de género— en la programación oficial, temas que hasta ahora han sido tratados de forma marginal o experimental.
La crisis del Teatro Nacional no se limita a su orientación artística. También enfrenta importantes desafíos estructurales y financieros. El edificio principal, inaugurado en 1901 bajo los diseños de Ernst Ziller, presenta graves deficiencias en materia de accesibilidad y seguridad. Se han detectado problemas de infraestructura, falta de adecuación a las normativas modernas y carencias en los sistemas de climatización y protección contra incendios. Desde el propio Ministerio de Cultura se reconoce que una rehabilitación integral requeriría una inversión de al menos 30 millones de euros, una cantidad que el Estado griego, en plena fase de contención del gasto público, no tiene fácil asumir en el corto plazo.
Frente a esta situación, la ministra Lina Mendoni anunció durante la gala un ambicioso “Plan de Modernización” que se desarrollará en tres fases a lo largo de los próximos cinco años. El proyecto contempla la restauración del edificio histórico, la creación de un nuevo espacio escénico experimental en el barrio de Metaxourgeio y un programa de becas para jóvenes dramaturgos. No obstante, muchos consideran que estas medidas, aunque positivas, llegan tarde y son insuficientes para revertir una situación que afecta no solo a las infraestructuras, sino también al modelo artístico y organizativo del teatro.
La gestión del Teatro Nacional ha sido también objeto de críticas. Varios informes de auditoría interna, difundidos por el periódico To Vima, han detectado irregularidades en los procesos de contratación de personal artístico, falta de transparencia en la asignación de presupuestos y escasa eficiencia en la gestión de recursos. Algunos exdirectores han denunciado presiones políticas para la selección de montajes o para el nombramiento de cargos de responsabilidad, lo que alimenta la percepción de que el Teatro Nacional funciona más como un instrumento de prestigio político que como una plataforma artística independiente.
El malestar no se limita a los círculos profesionales. Sectores del público habitual del Teatro Nacional también han expresado su descontento por la falta de renovación estética y temática de las obras presentadas. En una encuesta realizada por la revista Athinorama entre espectadores habituales, más del 60% consideró que el repertorio actual del teatro es “poco innovador” y “distante” respecto a los problemas y sensibilidades de la Grecia contemporánea.
En este contexto, varios colectivos de artistas han impulsado iniciativas para democratizar el acceso a los recursos del Teatro Nacional. Entre ellas, destaca la plataforma «Koinónia tou Theatrou» (Comunidad del Teatro), que reclama la apertura de convocatorias públicas para nuevos proyectos, la descentralización de la actividad teatral hacia otras ciudades griegas y la creación de un comité artístico independiente que garantice la diversidad estética y temática de la programación.
El centenario del Teatro Nacional de Grecia, lejos de ser una mera celebración triunfalista, se ha convertido así en una oportunidad para el debate y la reflexión crítica sobre el futuro de una de las principales instituciones culturales del país. La pregunta que flota en el ambiente es si el teatro será capaz de renovarse a sí mismo para seguir siendo relevante en el siglo XXI, o si, por el contrario, quedará atrapado en una nostalgia paralizante que lo aleje progresivamente de su público y de su misión fundacional.
Mientras tanto, el Teatro Nacional sigue siendo un símbolo poderoso de la historia y la cultura griega, pero también un recordatorio de los desafíos que enfrentan hoy las instituciones públicas en Europa para adaptarse a un mundo en transformación.
REDACCIÓN