Los coches no cesan de entrar a la finca. El primer control queda establecido nada más abandonar la autopista de Colmenar Viejo, a unos cientos de metros, después de rebasar las instalaciones de la base militar de El Goloso. Si un coche se desviaba, los hombres de seguridad daban el alto para comprobar la identidad de los viajeros y datos del vehículo. Luego revisan los bajos del vehículo con una plataforma deslizante obligándolo a pasar bajo un arco detector. Tras los trámites, los invitados continúan hasta un segundo control, donde; mediante las fotos enviadas minutos antes desde el primer punto; comprueban la autenticidad de los asistentes, previamente investigados e incluidos en una base de datos. Del mismo modo pasan por otro arco detector. Concluidas las operaciones dan el visto bueno e indican al conductor la zona donde deben aparcarlo.
Diego y Rosario no llegan con el primer grupo de invitados, permanecen sentados en el coche mientras ven pasar al menos, a treinta vehículos. Luego optan por encender el motor del suyo y someterse al tratamiento de seguridad.
Tras una ceremonia corta, presidida por el Alcalde en funciones —amigo íntimo de Nereo Lasso— los novios posan frente al estricto y controlado grupo de fotógrafos. Después, los contrayentes se acercan a cada una de las mesas de la terraza preparada al efecto, y se fotografían con cada grupo de invitados. Evitan con ello desplazamientos y aglutinamiento de invitados esperando para dejar constancia de su presencia en la boda de la Pareja del Año.
Acabada toda la parafernalia, se disponen a cenar. Numerosas antorchas rodean el perímetro de la terraza dando un cálido y singular color a la noche que empieza a llamar. El leve y tenue frescor es absorbido por unas estufas estratégicamente dispuestas entre cada conjunto de cuatro mesas. La temperatura es agradable, como los numerosos y exquisitos platos preparados por un distinguido y famoso chef de Madrid, reclamado especialmente por los recién casados.
Nereo Lasso era un hombre joven, casado y divorciado en dos ocasiones. Su trabajo absorbía la totalidad de su tiempo, y sus anteriores esposas —como seguramente le ocurriría a Mayra— no quisieron o no supieron entenderle, y optaron por pedir el divorcio alegando un absurdo motivo: incompatibilidad de caracteres. Razonable por otro lado. El no obstante, aceptó y ayudó a través de su grupo de asesores legales, para que no tuvieran problema económico alguno. En sus contratos matrimoniales figuraban una serie de cláusulas susceptibles de ser modificadas posteriormente, transcurridos dos o tres meses desde la fecha de la boda. En ellas se contemplaba la posibilidad de cambiarlas mediante unas capitulaciones matrimoniales, separando o uniendo los bienes de ambos. Todo bajo un estricto y decidido criterio de Nereo.
Era conocido en los sectores financieros como el León de Astorga. Nacido en la ciudad leonesa, supo granjearse nada más salir de la universidad; dados sus esplendidos resultados; la amistad de banqueros y empresarios. Incluso llegaron a tentarle para presidir uno de los grupos más punteros en su época. Se negó, quiso montar su propio conglomerado empresarial y siete años después lo consiguió. Diversificó sus inversiones, sobre todo creyó en las incipientes y emergentes economías asiáticas. Cuando el resto de los inversores quisieron imitarle, él ya dominaba la mayoría de las transacciones europeas con el gigante chino.
Inicialmente el comportamiento de algunos empresarios eran alabanzas y parabienes. Luego comenzó a crearse enemigos. Algunos lo advirtieron, otros sin embargo, callaron, guardaron silencio y esperaron con paciencia árabe. Sin embargo, la envidia, el odio y sobre todo, el temor, levantó olas de estupor cuando Nereo Lasso comenzó a pisar el también incipiente mercado americano, fundamentalmente el brasileño. Las compras y alianzas con numerosas empresas hicieron crecer el grupo de enemigos. Por otro lado incapaces de lograr los éxitos que él conseguía, siempre presididos por el denostado concepto de globalidad. Con sus actuaciones segó proyectos de numerosos grupos europeos. Corporaciones que con su burocracia ralentizaban la toma de decisiones. El era solo, no dependía de Consejos de Administración ni de Consejeros. Sus decisiones eran asumidas sin discusión, solo escuchaba recomendaciones. La situación fue motivo de amenazas, algunas veladas, otras, directas y ciertamente preocupantes. Consideró desde entonces contratar alguien que asegurara su vida.
En el resto de los círculos le consideraban como la joya de la corona. Joven, guapo, empresario, con una situación envidiable. Su rostro salía con frecuencia en las revistas del corazón, más aún cuando inició relaciones con su segunda esposa Miss España y segunda Dama de Honor de Mis Universo.
Mayra Corona Diéguez, era la mayor de tres hermanas. Hijas de un importante empresario madrileño dueño de diferentes sociedades distribuidas en sectores del acero, navales y hosteleros. Su padre Alberto Corona, le pidió fuera haciéndose cargo del grupo. Así cuando llegara el día en que se jubilara o apartara de la dirección, en el interregno, no se produjeran ni se causaran problemas. Mientras se acercaba esa fecha, se propuso conquistar un nuevo sector industrial tocado muy superficialmente en Europa, dominado por Japón y actualmente creciendo a pasos agigantados en Brasil: La Robótica.
Estaba considerada como de una especial y sofisticada belleza. Conoció a Nereo en una de las reuniones empresariales que regularmente patrocinan revistas especializadas y agrupaciones sectoriales. En aquella ocasión lo hizo sustituyendo a su padre ocupado con negociaciones en Brasilia.
Los fotógrafos dejaron instantáneas para las revistas con la sonrisa que ambos se regalaron en un inoportuno momento. Fueron considerados como la futura pareja del año. Ninguno hizo caso de las noticias y tan pronto se divorció de su segunda esposa, Nereo pidió a Mayra una entrevista personal. De nuevo fue comentado por la prensa y otros medios.
Solo ocho meses después iniciaban juntos el viaje a Río de Janeiro. Supuestamente para descansar.
La novia no quiso un baile especial, se ausentó por unos minutos, cambió su traje por otro más cómodo y volvió a la fiesta que comenzaba en ese momento. Poco a poco fueron saludando a cada conocido, familiar o amigo. Al llegar donde Rosario y Diego bailaban, ambas parejas olvidaron el ritmo de la música y comentaron.
—Nuestras mejores felicitaciones —dijeron los dos.
—Gracias —contestaron los novios.
—En unos minutos íbamos a buscaros para deciros que debemos marcharnos.
—¿No terminareis la fiesta con nosotros?
—Me temo que no —dijo Diego— acaban de llamarnos y debemos salir de inmediato.
—¿Algún problema familiar?
—No podía ser de otra manera. Lo lamentamos de veras.
—¿Pero no vais a esperar al castillo de fuegos artificiales?
—¿Tardará mucho en iniciarse?
—No, está previsto para dentro de unos minutos.
—Entonces, si os parece bien, acompañarnos hasta el coche, tenemos algo para vosotros. Un pequeño obsequio.
—Pero Rosario, no era necesario que… —señaló Mayra.
—Es cierto Diego, de verdad, que no era preciso —remarcó Nereo.
—Lo sabemos, pero no queríamos perder la oportunidad de que tuvierais algo nuestro y especial.
—Vale, si no tardamos mucho, iremos. Pero antes espera un minuto, advertiré al equipo de seguridad vuestra salida, así os dejarán pasar sin problema alguno.
—Claro. Gracias Nereo.
Los tres esperaron el regreso del novio para comentar con el Jefe de Seguridad la prevista salida.
—Tenéis vía libre para marcharos cuando queráis. Ahora veamos ese regalo. Démonos prisa, esta a punto de iniciarse los fuegos.
—Claro.
Lo cuatro caminaron hasta el aparcamiento. El coche de Diego apareció solitario. Al llegar junto a él, pidieron a los recién casados ponerse de espaldas para evitar ver con antelación el obsequio. Diego y Rosario abrieron el maletero, sacaron dos pistolas, recogidas media hora antes de una caja verde, situada junto a la tapia que separaba el recinto dejadas por un agente de apoyo. Enroscaron los silenciadores y sin esperar, Rosario comenzó a disparar sobre los novios. A Diego ni siquiera le dio tiempo a apretar el gatillo, quedó impresionado de la rapidez de Rosario y con el arma en su mano si efectuar disparo alguno.
Cayeron de bruces atravesados desde la espalda por dos de las balas, la otra les atravesó la cabeza desde la nuca. No se oyó gemido alguno. Diego pese a la sorpresa por la inmediata actuación de Rosario, no dijo una sola palabra. Sintió miedo cuando tuvo la pistola en la mano aunque estaba dispuesto a hacerlo. Ella no se lo permitió. Sin embargo la ayudó a arrastrar los cuerpos hasta la tapia, los cubrieron con matorrales, subieron al coche y se dispusieron a atravesar las dos barreras de seguridad, ahora abiertas para ellos. Minutos después una vez incorporados a la autopista de Colmenar Viejo en dirección y a punto de llegar a Madrid. Rosario dijo:
—Mira acaban de empezar los fuegos artificiales.
—Ya veo, y yo termino mi segunda misión sin disparar una sola bala.
—Pues esta es la tercera para mi —replicó Rosario.
—Entonces irás a por la cuarta dentro de poco.
—Eso espero. ¿Volveremos a vernos?
—No lo se, no depende de mi.
—Ya. ¿Pero tendrás ganas de verme más adelante?
—Claro que si.
—Déjame en la estación de Chamartín.
—Yo iré al piso franco. Estaré unos días y esperare nuevas órdenes.
—¿Y nuestra casa? Quiero decir el piso donde vivíamos como pareja.
—Como siempre, ya habrán hecho desaparecer todo.
Diego aparcó el coche nada más salir de la M—30 por la desviación a la Avenida de Pío XII. Antes de bajar pulsó el iniciador de la cuenta atrás y ambos se trasladaron a otro vehículo aparcado diez metros más adelante. Luego dejó a Rosario en la estación de Chamartín. El regresó al piso dispuesto a pasar una semana.
Serían las dos de la madrugada cuando un pequeño soplido seguido de un intenso y denso humo gris, inició el fuego en el vehículo, que con siguieron apagar los bomberos quince minutos más tarde, avisados por el servicio de seguridad de la Nunciatura Apostólica del Vaticano en España y empleados del hotel próximo al coche en llamas.
Estaba escuchando la radio cuando el teléfono sonó insistentemente. El comisario Roberto Hernán Carrillo levantó el auricular negro y pidió respuesta.
—Dígame.
—Roberto, soy José María.
—Dígame señor Director General de la Policía, ¿que puedo hacer por usted?
—Nada, seré yo quien lo haga por ti. Pienso invitarte a café, posiblemente a comer y tal vez también a cenar.
—Pero bueno ¿a que es debido ese dadivoso ataque?
—¿Te importaría acercarte por mi despacho? Alguien quiere exponernos algo, y para evitar escucharlo dos veces, sería mejor estuvieras aquí antes de que empiecen.
—Ya te veo venir. ¿Algún problema verdad?
—Me temo que si.
—De acuerdo jefe, en menos de quince minutos estaré allí. Prepara el café, mientras llamo a Loli para decirle que no podré comer con ella esas lentejas a la riojana que tiene preparadas.
—Dile que lo siento.
—Lo haré. Bien, no me entretengas más.
—Vale. Te espero.
Un agente le acompañó hasta la puerta del despacho del Director General. Golpeó con los nudillos y cuando oyó ¡adelante¡ giro el pomo y entró.
—Buenos días — dijo a los seis hombres que contó mentalmente,
—Buenos días —respondieron uno detrás de otro.
—Señores, les presento al comisario Roberto Hernán Carrillo. El es uno de mis mejores hombres, ya les he comentado antes. Roberto, te presento al Comandante de Puesto de la Guardia Civil Andrés Montejano y su ayudante el Sargento Darío Martínez. El Jefe de Seguridad en Madrid señor Frutos, el responsable para España de la Agencia Londinense Security & Privacy, señor Merino, y al Gerente de Área de la misma Agencia, señor Lawrence.
—Mucho gusto en conocerles —dijo saludando y estrechando las manos ofrecidas.
—Disculpa el rapto, pero el asunto es importante.
—Estoy a su disposición Director.
—Bien, nos pondrán en antecedentes seguidamente – señaló el Director General – Sr. Merino cuando guste.
—Anoche durante la fiesta que se celebró en el Castillo de Viñuelas como consecuencia de la boda de Mayra Corona con Nereo Lasso, ambos fueron asesinados con tres disparos por la espalda. Ahorraré detalles que más adelante podrán ver y leer. Bien. El Teniente y su ayudante fueron los encargados de llevar a cabo el inicio de la investigación, por mor de su jurisdicción. Nosotros, —añadió aludiendo el señor Lawrence, de la Agencia de Seguridad Británica—, estamos aquí para ayudarle en cuanto quiera y necesite. Queremos limpiar nuestro fallo facilitándole cuanto sea necesario para detener al culpable de los asesinatos. Va en ello la imagen de nuestra empresa.
—Y a mi me pidieron, —reclamó el Director General— el padre y suegro de los novios y ellos, que pusiera a nuestro mejor hombre en la investigación de este caso.
—Director, me halagan sus comentarios, pero sabe que nunca prometo nada en mis investigaciones.
—Lo se. Ellos también. Pero eres sin duda el mejor hombre que tengo, lo has demostrado en numerosas ocasiones. Ahora por favor, ellos esperan les digas que deben hacer para ayudarte.
—Claro. Escuchemos y veamos cuanto datos tengan en este momento, luego decidiremos que hacer. ¿Les parece bien?
En primer lugar el Teniente de la Guardia Civil y posteriormente los responsables de la Agencia, comentaron los detalles recopilados hasta ese momento. Respondieron algunas preguntas formuladas por el Comisario y más tarde, entregaron la lista de los asistentes invitados y personal del servicio propio y contratado para el evento. Durante hora y media Roberto anotó ciertos puntos tanto en su memoria como en el bloc solicitado al Director General, luego respiró profundamente y les habló.
—Señores, veo a simple vista que parece un crimen preparado y realizado por gente especializada. Lamento los fallos de su Agencia. Pero me gustaría decirles que será muy difícil dar con los asesinos. Estoy convencido que han sido más de dos los artífices. Necesitaré los informes de las autopsias, datos, fotos y cuantos detalles tengan de los invitados, amigos, empleados y negocios del Sr. Lasso, así como de su esposa. Mañana mismo hablaré con el padre de la fallecida. Después me gustaría agradecer a la Guardia Civil su exhaustivo trabajo. A partir de este momento llevaré la investigación desde mi Comisaría y con mis propios medios e inspectores. Cuando me entreguen la información solicitada iniciaré con ellos la caza de los asesinos. A ustedes, señores de S & P les mantendré informados, pero por favor, no me atosiguen por el momento.
—De acuerdo como quiera, pero por favor, manténganos informados.
—Lo haré. No se preocupen, tan pronto diseñe un plan, uno de ustedes me acompañará junto a mis inspectores. Claro que será posible siempre y cuando el Director General lo autorice.
—No hay problema Roberto. Tienes carta blanca.
—Perfecto, ahora preparemos cuanto necesitamos, les espero en mi Comisaría mañana.
—Claro.
Media hora después Roberto se sentaba frente a su mesa y hacia llamar al inspector Dobles para incluirle en la investigación.
—Dime ¿que pasa? —dijo nada más sentarse..
—Querido Ignacio, acabo de abrir un nuevo expediente, el de dos asesinatos en el Castillo de Viñuelas. Se trata de Nereo Lasso y su tercera esposa Mayra Corona.
—Vaya ¡se han cargado al güaperas millonario! ¿Como ha sido?
—Los sacaron de su fiesta y les metieron tres balas, luego cubrieron sus cuerpos y tardaron más de cuatro horas en encontrarlos. Acabo de venir de la Dirección General, me ha pedido que lo llevemos nosotros.
—Pero Jefe, no es jurisdicción nuestra.
—Lo se, pero está metida una Agencia Británica de Seguridad contratada por el asesinado, y sobre todo el alcance mediático de los muertos.
—Pues ya pueden ir cerrando cuando se enteren sus clientes.
—Por eso insiste el Director que descubramos el pastel nosotros.
—Vale. Eso quiere decir que deje de momento los casos que llevo ¿Cierto?
—En efecto. Mañana vendrán los de la Agencia, recogeremos los informes de las autopsias y nos pondremos a trabajar. Diles a Esperanza y Luis que se preparen.
—Algo más.
—Nada, por el momento nada más.
—
José Hernández Valiño conoció a Williams Gordon en la Isla de Ibiza, durante el verano de 1981. A punto de terminar sus vacaciones, el dinero y la paciencia, se refugió en una de las casetas utilizadas para cambiarse de ropa los bañistas con el fin de procurarse algo de dinero y volver al continente. Aprovecharía el momento en que la gente entraba confiada a ponerse el traje de baño para enseñarles la navaja y desvalijarles.
Las dos primeras personas que entraron salieron sin dinero, con un susto morrocotudo aumentado con la amenaza de que, si avisaban a la policía, volvería a por ellos y en esa ocasión les pincharía con el arma. El tercero en entrar fue el norteamericano. Nada más enseñarle la navaja, éste le hizo una llave con sus brazos que le desarmó inmediatamente. Antes de golpearle José gritó, lo que le produjo un segundo de despiste, el suficiente como para desasirse de la llave y con otra similar abrazar el cuello de su contrincante. Este palmeó sobre la pared de la caseta, como si de un combate de karate o judo se tratara y José le soltó riendo a carcajadas.
Acabaron la mañana tomando cervezas y preparando los cimientos de lo que más tarde sería la Agencia GH & Asociados. Ambos salieron de Ibiza por barco hacia Barcelona, allí Willy le presentó a un par de camaradas de aventuras. Luego viajaron hasta Madrid, donde completaron los miembros de la nacida Agencia con tres amigos de José.
Meses después tenían diseñado todo el proyecto. Durante los dos años siguientes procuraron el dinero suficiente para preparar las instalaciones. Una antigua residencia situada en las afueras de Los Molinos, cerca de Cercedilla, fue el santo santorum. Se rodearon de profesores, instalaciones deportivas y suficientes medios para preparar a los alumnos que a punto estaban de llegar. Sin embargo antes de hacerlo debían pasar por un periodo de adaptación. El trabajo seria concienzudo, constante y pesado.
A los tres años tenían los primeros estudiantes. El internado se complementaba con salidas a numerosos países donde mantenían conciertos con similares establecimientos. Aprenderían comportamientos, idiomas, manejo de armas, especialidades según los avances y resultado de los programas de superación psicológica individual. Los menos adaptados serían eliminados, solo utilizarían como agentes a los mejor preparados.
Las gestiones y contactos para introducir la Agencia en los oportunos círculos fueron realizados personalmente por Willy y su socio numero uno, José Hernández, Jota Hache, como solía llamarle. Solo ellos dos abrieron las puertas para la contratación de sus servicios. Curtís, como número tres, fue el Jefe de Operaciones, antiguo miembro de una Agencia de Inteligencia Norteamericana, y Renato Pavone, incorporado dos años más tarde, como responsable de la captación de nuevos agentes.
…
El Comisario recogió toda la documentación ofrecida por los responsables de la Agencia Británica S & P, así como los informes del Instituto Anatómico Forense refrendados por el resto de los facilitados por miembros de la Brigada Científica. Conversó con ellos durante unos minutos. Más tarde se despidió tras asegurarles, que tan pronto hablara con sus Inspectores, reclamaría la presencia de Ismael Frutos. Sería el elegido para acompañarles en la investigación.
—Gracias Comisario —respondió Fernando Merino—. Agradezco la inclusión de uno de nuestros hombres en el proceso.
—No hay de que. Pero debo insistir en que solo escucharemos sus recomendaciones, sin intervención alguna.
—Se lo aseguro Comisario, actuará como un verdadero observador.
—Bien, entonces confiemos en ello y también en llamarle muy pronto.
—Desde luego. Gracias de nuevo.
—Adiós, hasta pronto.
Pocos minutos después Ignacio Dobles recogía la documentación y la presentaba en la sala donde Esperanza Miró intentaba trazar un perfil, y Luis Pinillas, mago de la informática, preparaba sus numerosas bases de datos y programas de búsqueda.
—El Jefe ha dicho que estudiemos esto con todo cariño —dijo dirigiéndose a sus dos compañeros.
—Lo haremos, aunque supongo que tendremos algo de apuesta por medio, ¿o no? —señalo Esperanza.
—No he hablado aún de eso con Roberto. De momento solo estudiaremos la situación, mañana iniciaremos la investigación.
—Luis, tu te encargarás, como casi siempre, de meter toda esta documentación en alguno de esos programas de búsqueda para luego ver coincidencias y sospechas.
—De acuerdo Ignacio. ¿Y el Jefe? ¿se desentiende de esto?
—Que va, se ha marchado a visitar al padre de la novia.
—Otro millonario arrepentido, supongo.
—Eso creo —refrendó Dobles..
—Vale, me pongo ahora mismo con ello.
La sede central de las empresas de Alberto Corona se encontraba situada junto a la Cuesta del Sagrado Corazón. Un edificio acristalado de doce plantas, encerraba el esfuerzo y trabajo realizado desde hacía más de cuarenta años. Roberto pidió al agente parar el coche oficial antes de llegar a la entrada principal, quiso dar algunos pasos para estirar las piernas. Subió dos peldaños y se enfrentó a las consabidas preguntas del control de entrada. Tras varias respuestas ofrecidas, se cansó y mostró su placa identificativa.
—No me espera, pero seguro que en cuanto le diga quien soy, me recibirá. Inténtelo, esperaré la respuesta.
Se sentó en uno de los fríos sillones de la sala de espera rodeados de plantas, y comenzó a hojear una revista económica. Minutos después el agente de control se acercó pidiendo disculpas.
—Le acompañaré hasta la planta sexta.
—No es preciso —dijo Roberto.
—Es que… me lo ha pedido el señor Corona.
—Está bien, le sigo.
Un hombre de setenta y siete años salió a recibirle. Su voz cortada, rota y dolorida por la muerte de su hija mayor, se hizo patente nada más pronunciar su nombre el comisario.
—Siento la muerte de su hija Mayra señor Corona.
—Gracias.
—Pase, por favor y acomódese. ¿Le pido un café u otra cosa para beber?
—Si me acompaña, si.
—De acuerdo, entonces pediré dos cafés. Ahora, dígame en que puedo ayudarle comisario.
—Necesito escuchar su relato de los hechos, ya que estuvo allí ese día.
—Claro, lo que quiera si con ello le ayudo a encontrar a los asesinos.
Antes de iniciar los recuerdos del nefasto día, un camarero hizo entrada con una bandeja y dos servicios de café.
—Déjelo sobre la mesa, nos serviremos nosotros mismos. Gracias.
—Señor Corona. He leído los informes de la Guardia Civil y de los responsables de la Agencia contratada por su yerno, y de ellos no se deduce sospecha alguna sobre los asistentes. ¿Como ocurrieron los hechos?¿Recuerda algún detalle especial? ¿Podrá contármelos o es demasiado duro para usted?
—No se preocupe comisario, ya nada puede hacerme más daño. Le agradezco la deferencia.
—Entonces…
—Todo estuvo bien, nos divertíamos. Sus hermanas y yo esperábamos el momento para ofrecerles nuestro regalo de bodas. Teníamos previsto hacerlo cuando acabaran los fuegos artificiales. Ellas y yo nos desplazamos a Elche para contratar al mejor Maestro Pirotécnico de España, esperábamos que fuera la mejor Nit de l’Albá para los recién casados. Al acabar teníamos pensado entregarles un recuerdo. No pudimos, habían desaparecido. Di orden de que comenzaran los fuegos, pensé que al verlos, se incorporarían a su fiesta. Sin embargo no aparecieron, pese a que en un principio pensamos se habrían retirado momentáneamente a descansar unos minutos. Como nadie les vio abandonar el recinto, comenzamos a inquietarnos y pedí a Seguridad iniciaran la búsqueda. Del recinto no salió nadie. Bueno si, unos amigos de ellos lo hicieron con bastante antelación a los fuegos de artificio. Pero nadie más salió de allí.
—Lo se, he comprobado las entradas y salidas.
—Tras una hora de búsqueda por la Seguridad del recinto y los encargados de la Agencia de Nereo, opté por llamar a la Guardia Civil. Tres horas después encontraron sus cuerpos escondidos. No puedo decirle más.
—Señor Corona ¿tiene algún enemigo?
—Es posible, pero empresarial. Ya sabe en este campo siempre se tienen. Hay envidias y odios. Pero no creo a nadie capaz de hacer algo así.
—¿Cómo se llevaba con su yerno?
—Bien, a nivel personal, bien, aunque distanciados respecto a nuestros mutuos intereses empresariales. De todos era conocido que algunos negocios iniciados por mi, fueron después abordados por Nereo que supo hacerse con ellos. En otras ocasiones fui yo quien lo hice. Pero eso es algo normal en este tipo de empresas.
—¿Entonces no tenia enfrentamientos con él?
—Ni mucho menos. Aun sabiendo que estaba a punto de casarse con mi hija mayor. Ella iba a hacerse cargo de nuestro grupo de empresas. Prácticamente se unirían los dos grupos empresariales.
—Pero, según tengo entendido Nereo Lasso no estaba interesado en su Grupo.
—Desde luego. Según mi pequeña Mayra tenían intención de repartirse los objetivos, no mezclar intereses, respetarse y mantener cada uno sus opciones.
—¿No le importará que realice investigaciones más profundas sobre sus empresas y personal?
—Ni mucho menos, tiene mi autorización. ¿La necesita por escrito?
—Por el momento no es necesario. Si fuera preciso se la pediría. Necesitaré autorización eso si, para entrar en sus sistemas informáticos.
—Le pondré en contacto con el responsable del área.
—Gracias, pero yo no entiendo de esas cosas. Enviaré a un inspector para que se encargue de ello. Luis Pinillas.
—Como quiera comisario. Le estarán esperando. Y por favor, haga lo imposible por encontrar al asesino o asesinos de mi hija y su marido.
—Claro señor Corona, haré cuanto esté de mi mano.
—Ahora solo espero esa comunicación. Así descansaré tranquilo.
—Se la daré en cuanto pueda.
—Se lo agradeceré.
Antes de salir del recinto, recogió el saludo del agente de control de seguridad que poco antes le acompañó al despacho. Caminó unos pasos hasta el coche oficial, para minutos después entrar en la comisaría. Comentó con su equipo.
—Luis se pondrá en contacto con el encargado de Informática del Grupo Corona. Le esperan. Y tu Ignacio ocúpate de los empleados. Yo hablaré con alguien de las Oficinas de Nereo Lasso. Me gustaría que me acompañaras, Esperanza.
—Claro —respondió de inmediato.
—Entonces mientras compruebo unos datos, prepara tú la entrevista. ¿Te parece bien?
—Claro jefe.
—Manos a la obra entonces.
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