Capítulo1
Como la mayoría de los domingos Venancio y sus amigos jugaban un partido de fútbol junto al resto de niños y jóvenes del pueblo. No había otra diversión para ellos, a no ser en las fechas en que se celebraban las fiestas de los patrones de la localidad. La llegada de los feriantes esos días, daba un respiro de alegría tanto a niños como a adultos cada año. Sin embargo la carencia de instalaciones tanto deportivas como culturales, limitaban las ocasiones en que podían divertirse. A veces, sobre todo en verano y en la plaza mayor, unas gentes llegadas de alguna población importante montaban un cine al aire libre, al que asistían provistos de la correspondiente silla retirada poco antes de su propia casa.
Por aquellas fechas, a finales de la década de los ochenta, Venancio y sus amigos vieron volar a Superman salvando al mundo. Divertirse con las aventuras del profesor con látigo y sombrero, idéntico al que llevaba el último maestro que tuvo el pueblo, pero sobre todo, disfrutar con las aventuras hechas a base de dibujos animados. Cada película era comentario obligado en la escuela durante muchos días, sobre todo con su amiga María. Vecina de su misma edad con quien acudía díariamente al colegio.
La explanada donde solían jugar carecía de porterías, montones de piedras sustituían a los postes sin largueros. Las ayudas tantas veces prometidas por los políticos de turno de la Diputación, caían como siempre, en saco roto. Solo consiguieron que una máquina con una gran cuchara metálica, dejara limpia de piedras la zona, donde poco después el sacristán señaló con una brocha y pintura blanca, las líneas del campo. A pocos metros y a la derecha, una alameda marcaba la divisoria del río.
El alcalde del pueblo propuso a la Diputación, la creación de dos barreras para regular el caudal a su paso por el pueblo y evitar, como en tantas ocasiones anteriores, que las crecidas se llevaran algunas de las huertas que surtían a la población. Como consecuencia de las presas, el río comenzó a crear una serie de pozas donde se refugiaban algunas truchas. Eran donde los muchachos aprendían a pescar.
La tarde en que desapareció Venancio todos creyeron verle en compañía de alguien pescando junto a las pozas, pese a que lo tenía prohibido por sus padres y demás familiares ,hasta que no aprendiera a nadar. Por eso pidieron al sargento de la Guardía Civil solicitara ayuda para que alguien pudiera meterse en ellas.
La presa de arriba se cerró después de siete días, lo que permitió a los agentes, familiares y amigos buscar con más detenimiento en ambas orillas del cauce. No encontraron nada, ni ropa, restos y menos aún su cuerpo. Por aquellos lares no se daba animal peligroso alguno, pese a ello, numerosas patrullas de guardías civiles recorrieron durante muchos y pesados días los alrededores, llegando incluso hasta los pies de la sierra, a bastantes kilómetros del pueblo. La familia no encontraba consuelo, siendo como era hijo único. Lloraron hasta que transcurrieron dos meses desde su desaparición. A partir de entonces Venancio engrosó la amplia lista de desaparecidos buscados por la policía en toda la geografía española.
Nadie vio u observó algo especial que permitiera pistas a los que investigaban. Pese a ello, su madre con ése sentido que solo ellas pueden tener, repetía constantemente: Mi hijo esta vivo. Mi hijo aún vive. Se que algún día volveré a verle.
Según pudo leerse durante ese año en revistas y periódicos de la zona, Venancio fue el primero de una misteriosa lista de desapariciones de niños y niñas de similar edad. Postriormente a medíados del año siguiente, después de la desaparición de otra niña, como la fiebre decayeron las informaciones y no volvieron a faltar criaturas. Sin embargo, el periodista que firmó la serie de artículos, aseguraba que todo aquello obedecía a un plan premeditado. En su articulo determinaba sin pruebas, solo apoyado por su intuición, que los niños fueron raptados. Daba referencias, mantuvo conversaciones con la policía y ninguno de los treinta y ocho aparecieron. Incluso le pidieron que abandonara la investigación por su cuenta al crear falsas expectativas a los familiares. No obstante, tres años más tarde se mantuvo investigando para sustentar su teoría, cuando de nuevo comenzaron a desaparecer niños.
Durante meses las familias apoyaron su tesis, entusiasmados en la creencia, sujeta con ilusión y deseo, de que sus hijos podrían aparecer si Eulogio Pariente contaba con apoyos y continuaba investigando. Su proyecto quedó años después medio abandonado en la mesa del despacho de su domicilio particular. De vez en cuando lo abría, anotaba fechas y resultados de la última búsqueda, pero jamás volvió a contactar con los familiares del grupo. En su lista aparecían controlados dieciocho varones y veinte mujeres. Años más tarde aumentaría el numero de desaparecidos. Pertenecían a familias de todos los rincones de España, gallegos, andaluces, valencianos, vascos, castellano leoneses, catalanes, cántabros, murcianos, de casi todas las latitudes.
En los archivos de las diversas Comandancias de la Guardía Civil y Comisarías de Policía, los expedientes figuraban señalados con una gran “D”, equivalente a desaparecido. En nota interna, la última fecha en que hicieron investigaciones.
Actualmente
A la salida de un edificio en Madrid un grupo de periodistas presentaba micrófonos y formulaban preguntas a un importante hombre de negocios.
—Señor Lasso ¿Cuándo regresará del viaje a Rio de Janeiro?
—No lo se, aún no hemos decidido la fecha. Pero si les puedo asegurar que serán los primeros en saberlo.
—¿Se casarán allí, o esperaran para hacerlo a su regreso a Madrid?
—A eso no les voy a contestar.
—Una última pregunta por favor, señor Lasso —requirió una de las periodistas de un conocido programa televisivo.
—Adelante, pero por favor que no sea de índole personal.
—¿Es cierto que piensa comprar la totalidad de la Sociedad Brasilera de Desarrollos Robóticos?
—No se de que me está hablando. Lo siento, ahora debo marcharme. El avión no espera.
Nada más acabar la frase se introdujo en el coche y cerró la puerta despacio. Cuando el vehículo arrancó acercó sus labios a los de Mayra y los besó repetidamente diciendo: Hasta dentro de diez días no haremos otra cosa que disfrutar del merecido descanso. Te lo prometo. Ella sonrió y le devolvió los besos. El vehículo tenía los cristales tintados ocultando su interior. Lo pusieron a su disposición tres días antes, después de pasar la revisión del sistema de seguridad y blindaje. Como cada seis meses desde que recibiera amenazas. El conocía el peligro que implicaba moverse sin un buen sistema precautorio. Guardaespaldas y otros hombres de seguridad, le acompañaban visitando previamente las instalaciones que más tarde ocuparía. Su ajetreada vida, llena de viajes, reuniones, celebraciones, presentaciones por fusiones y compras de otras empresas, apenas le dejaban tiempo para otra cosa. Por ello contrató a una de las mejores empresas especializadas afincada en Londres, la Agencia de Seguridad S&P. Su mantenimiento era costoso, pero así podría ocuparse de sus negocios sin estar pendiente, o preocuparse de cada paso que diera.
El vehículo que le precedía paró frente a una de las puertas de la terminal. Cuatro hombres jóvenes bajaron y tomaron posiciones alrededor de su principal. Abrieron la puerta y dejaron que la pareja bajara. Tras pasar por el mostrador de la línea aérea, dos de ellos siguieron acompañándoles hasta la entrada al avión. Después de asegurarse, y una vez dentro, pasaron a los primeros asientos de la zona contigua, y dejaron a la pareja solos en Primera Clase.
—Ahora solo nos quedan nueve horas de viaje para disfrutar del sol y la playa de Ipanema.
—Claro cariño. Estoy deseando llegar.
Al otro lado del pasillo una joven pareja no cesaba de besarse y acariciarse. Mayra se fijó repetidamente en ellos y señaló a Nereo los anillos relucientes que ambos llevaban en sus dedos.
—Serán recién casados.
—Seguramente —dijo ella.
—No te preocupes tu también llevarás uno similar al regresar de Río.
—¿Estás seguro?
—Completamente.
Durante el viaje, la joven pareja solo dejó las caricias para tomar los alimentos ofrecidos por el servicio de abordo, para retomarlas tan pronto retiraron las bandejas. A mitad del vuelo el joven miró a su alrededor y su rostro se tornó rojo al percibir, que el resto de pasajeros no dejaban de mirarlos y comentar con sus respectivos acompañantes. Tragó saliva y torpemente dijo: Lo siento pero estamos en nuestra luna de miel. Ella se tapó la cara con ambas manos mientras oyó el caluroso y ofrecido aplauso de todos los viajeros. El resto del viaje la pareja se limitó a tomarse de la mano, abandonando el resto de sus efusivas muestras de cariño.
De vez en cuando, uno de los hombres de seguridad, pasaba cerca de Nereo Lasso, preguntaba con la mirada y recibía una sonrisa acompañada por un silencioso bien o sin problema. A la salida del aeropuerto dos coches esperaban la llegada de Lasso y su acompañante. Entraron en uno de ellos y medía hora después bajaban frente a la puerta del hotel. Subieron las maletas, revisaron la habitación y esperaron en el pasillo vigilando.
Al día siguiente, después de eliminar la dichosa sensación del desfase horario (jet lag), Nereo pidió un coche para ir a cenar a Marius, situado al principio de la playa de Copacabana. Uno de los mejores restaurantes de la ciudad, especializado en pescado y marisco. Decorado con piezas y utensilios de barcos antiguos, canoas indígenas, catalejos, y muebles. Mayra quedó entusiasmada, y más aún cuando un grupo de samba inicio sus espectaculares pasos amenizando la cena. En ciertos momentos alguna de las esbeltas mulatas del grupo, invitó a los asistentes a seguirla en los pasos. Hubo gente que se negó, otros sin embargo, salieron esperando que el compás les ayudara a eliminar el alcohol de la cena.
Durante los postres, Mayra advirtió la presencia de la misma pareja amorosa del avión. Lo comentó con Nereo. Ambos, sujetos por las manos, miraban el contoneo de las mulatas. Al acabar reservaron unos momentos para solicitar un brindis con una bebida fresca y tonificante para el resto de la noche. Fue el momento en que fueron invitados a sentarse con ellos.
—Ya les recuerdo, viajaban al otro lado del pasillo.
—¿Se divierten?
—Desde luego, no hemos hecho más que empezar, tenemos quince días para ver todo esto, incluso pensamos viajar a las cataratas del Iguazú, y es posible que nos escapemos aún más abajo. Tal vez a Buenos Aires.
—Vaya viaje de novios —señaló Mayra.
—Llevamos años esperando este momento —señaló la joven esposa.
—¿Y vosotros? ¿Viaje de placer o de negocios?
—Ambos. Aunque mejor diría que de placer.
—Entonces olvide los negocios.
—Es posible, pero no tengo más remedio que hacer un corto viaje.
Las dos parejas consumieron el tiempo que duraron tres copas. Miraron el reloj y advirtieron estar cercanos a la salida del sol. Nereo preguntó.
—¿Dónde os hospedáis?
—En el Marina Palace, en la playa de Leblon. Al sur de Ipanema.
—Nosotros también estamos allí.
—Que coincidencia
—Es cierto —señaló Mayra.
—Entonces si os parece, podéis volver con nosotros.
—Os lo agradecemos, a estas horas nos costaría bastante encontrar un taxi.
—Bien, podemos acabar la fiesta en el Marina. Os invito a la espuela antes de dormir.
—Gracias, Nereo, eres muy amable.
Levantó la mano y de inmedíato un hombre se acercó. Pidió el coche y minutos después las dos parejas continuaron hablando dentro camino del hotel. Durante dos días salieron juntos, después, la pareja amorosa dijo salir de excursión, aunque prometieron invitarles a cenar antes de irse a Buenos Aires. Fueron precisamente esos dos siguientes días, los aprovechados por Nereo para realizar la visita de trabajo prevista. Mayra se conformó con salir de compras, mientras él viajó hasta la capital, Brasilia, para iniciar los trámites para los que había viajado a Río. La compra de la totalidad del capital de SBDR, aunque en cuestiones de los negocios de su futuro marido, no se inmiscuía.
—¿Mayra?
—¡Si! ¿quien es? —respondió nada más oír la voz a través del auricular.
—Soy Rosario, del avión y del Restaurante Marius. ¿Me recuerdas ahora?
—Si, disculpa. ¿Qué tal ese viaje?
—Estupendo. Te llamaba para invitaros a cenar esta noche.
—No es posible. Nereo no ha regresado de Brasilia aún. Le espero un poco más tarde. Si te parece te llamo, no sea que venga cansado.
—Como quieras.
Dos horas después marcó el número de habitación.
—Rosario, Nereo acaba de llegar, pero no se encuentra con muchas ganas de salir.
—Nosotros tampoco, habíamos pensado preparar una cena intima en nuestra suite.
—Se lo diré y te llamo de nuevo.
—Claro.
—Que si, ¡le parece estupendo! —señaló efusivamente minutos después
—Estupendo. Entonces ¿a que hora pasareis?
—Sobre las ocho y medía.
—Pero, Mayra, lo dicho, la cena es intima pero informal. Ponte cómoda, será una reunión de amigos.
—Gracias Rosario.
—Os esperamos.
Terminaron de cenar, tomar copas, e intercambiarse números de teléfono y direcciones en Madrid. Diego comentó con profusión de datos los problemas surgidos como consecuencia de no conseguir que le editaran los últimos cómics preparados. Rosario por su parte comentó su trabajo especial en un hospital privado situado en una zona residencial al norte de Madrid.
—Espero volver a vernos en Madrid —dijo Mayra— además, nos gustaría invitaros a nuestra boda. ¿Verdad Nereo?
—Claro cariño. Os enviaremos una invitación, así podrás conocer a un importante grupo de amigos. Es posible que puedan ayudarte.
—Te lo agradezco, aunque solo me gustaría contar con vuestra amistad, el resto es cosa mía.
Estupendo criterio. De cualquier forma no dejéis de asistir a la boda. Será un día inolvidable. Aunque supongo que nos veremos antes.
—Claro, iremos. Y, de acuerdo, os llamaremos cuando regresemos a Madrid, al acabar el viaje de novios.
—Entonces hasta la vuelta.
—Adiós amigos.
Nereo y Mayra regresaron a su suite situada en la última planta. Uno de los miembros de seguridad preguntó por la pareja.
—Son nuevos amigos, no es preciso investigarles —respondió.
—Lo siento señor —contestó—, pero debo cumplir el protocolo de seguridad.
—De acuerdo, sus nombres son Diego y Rosario, son de Madrid, viven en la calle Rafael Finat, 95 y acaban de casarse. El es dibujante de cómics y ella enfermera en la Clínica Miralnorte, en Mirasierra.
—Gracias investigaremos y confirmaremos todos esos extremos. ¿Volverán a verse en Madrid?
—Definitivamente si.
—Entonces, espere a que le entreguemos nuestro informe.
—Por supuesto.
La conversación fue grabada en su totalidad por los minúsculos micrófonos incorporados a la ropa de ambos durante la cena.
—Te lo dije —comentó él.
—Lo sé, no empieces con tus comentarios, por favor —señaló Rosario.
—Bien pasemos toda la información a la Central y esperemos respuesta.
—Lo tengo todo preparado.
—Adelante entonces.
Encendió el ordenador portátil, abrió el programa de envíos y, tras repasar algunas de las fotografías obtenidas con la cámara oculta, pulsó introducción y espero respuesta.
—Tenéis dos días para continuar de viaje, después volver a Madrid, ya está todo preparado. No habrá problema en las investigaciones que puedan hacer esos británicos.
—Gracias Tres.
La pareja hizo las maletas y se dispuso a salir temprano, supuestamente camino de Buenos Aires.
Veinte días después en Madrid.
Diego y Rosario constituían un estupendo y ficticio matrimonio, sin embargo, ninguno de los dos tenía pareja fija. La misión encomendada por la Central los eligió por la afinidad de sus caracteres. Solo trabajaron juntos en otra operación con un resultado excelente, lo que propició ser elegidos para esta otra de mayor alcance. Ella, responsable principal de la misión, él de ayudante. Tres meses atrás, Rosario fue contratada en la Clínica Miralnorte. En realidad fue forzada, fruto de la operación que se preparaba. El Jefe de Operaciones de la Central tomó la decisión de arreglar la cobertura necesaria, conocedores de que el objetivo, tenía establecido su propio sistema de seguridad firmado con una de las mejores agencias de Europa.
La vivienda del matrimonio ficticio, fue alquilada y preparada para la boda que habría de simularse poco después. Hicieron algunas fotografías y se manipularon otras para su presentación, si fuera preciso.
La mesa de trabajo de Diego se llenó de bocetos. Comunicaciones de dos editoriales y numerosas cartas de presentación a otras. El Jefe de Operaciones tenía el convencimiento de que aquella casa sería asaltada en cualquier momento. Debían estar debidamente preparados.
Cuatro días después, y antes de recibir la tarjeta de invitación para la boda de Mayra y Nereo, dos hombres merodearon por la zona preguntando y averiguando todo tipo de información respecto de ambos. Diego fue advertido y salió de la casa después de recibir una llamada de la Central. Medía hora más tarde entraban en la vivienda y fotografiaban cuanto encontraron en cajones, armarios, paredes y mesa de trabajo. No dejaron cuarto ni habitación por revisar y fotografiar. El informe que recibió Nereo Lasso fue positivo. Al final refrendaban el visto bueno de la Agencia para continuar con la amistad de Diego y Rosario. Detrás el resto de informes de otros asistentes e invitados a su boda con Mayra.
Diego y Rosario comentaban.
—El numero tres acaba de informar. Debemos prepararnos para el desenlace de la misión —comenzó señalando ella.
—¿Cuando será el día?
—Ha cambiado de opinión, en principio se había previsto para más adelante, pero ha pedido prepararlo cuanto antes. Yo tengo otra misión esperando y tu debes esperar instrucciones.
—Bien, entonces comencemos cuanto antes.
—Tengo una idea.
—¿Cual?
—Mira, acaban de enviarnos la invitación para la boda.
—No pretenderá.
—Desde luego que si. Mejor no podría ser.
—Hagámoslo con meticulosidad, tenemos solo una semana.
Rosario pidió a la Central una serie de fotografías aéreas de la zona donde se celebraría el evento, debían encontrar un lugar propicio para esconder ciertos elementos que les dejaría otro agente que enviarían ex profeso.
El lugar recomendado a los novios por el equipo de seguridad británico, era el Castillo de Viñuelas, a poco más de veinte kilómetros de Madrid en dirección norte. Una construcción de planta cuadrada provista de cuatro torres cilíndricas, situadas en cada esquina del edificio principal. Su situación permitía establecer un perímetro de seguridad eficiente, dado que solo puede accederse previo acuerdo con los propietarios del recinto y el alquiler de las instalaciones. De no ser así no había acceso posible. Lo circunda una amplia tapia de ladrillo y piedra separándolo de la dehesa. Su construcción, pese a datarse en 1285, se modificó por diversos y continuos propietarios que ampliaron sus instalaciones incluyendo sin pudor algunos elementos traídos de otros lugares y épocas, como el Castillo de Manzanares, o restos góticos de Cuéllar.
Horas después revisaba concienzudamente las fotos recibidas. Trazaron un plan y tras revisarlo, esperaron con tranquilidad la fecha. Sabedores de que podían ser observados, sus vidas continuaron siendo tan falsas como sus propios documentos de identidad. Rosario habló en dos ocasiones con la futura esposa de Nereo Lasso, él sin embargo no tuvo oportunidad, se mantuvo alejado de Madrid por diferentes causas. No obstante un día antes de la ceremonia, recibió una llamada telefónica.
—Creo que puedo ayudarte. Tan pronto regresemos del viaje de novios, en veinte días aproximadamente, tengo la intención de presentarte a alguien que puede serte muy útil.
—Gracias —soltó efusivamente Diego—, pero ya te dije que no era necesario. Solo me interesa la amistad.
—Lo se, recuerdo que me lo dijiste, pero el esfuerzo intelectual merece ayuda y no puedo cerrar los ojos a alguien como tu.
—Pero, si no has visto mis dibujos, —iba a decirle— , en fin como quieras.
—Nos vemos mañana. No nos falléis.
—No te preocupes será un día memorable, y no lo digo por decir.
—Te agradezco el deseo.
—Será un hecho, lo verás.
—Vale, hasta mañana entonces.
—Adiós Nereo.
Rosario desde el salón preguntó a Diego.
—¿Quién era?
—Nereo. Esta muy interesado en que publiquen mis dibujos.
—Lástima, podría ser cierto.
—Desde luego, y también nuestras vidas. ¿No crees?
—¿Por qué lo dices?
—Por nada, Rosario, por nada.
Ella se acercó y le cubrió el cuello con sus brazos, luego le besó con una pasión desconocida hasta ese momento. En un instante se miraron a los ojos. Ambos sabían que aquello no tenia continuidad, solo era eso, un soplo, aunque en esta ocasión la situación o razón no eran exigibles por la misión. El cálido rumor de la lluvia al rozar los cristales de la ventana del dormitorio, los hizo despertar y volver al mundo fabricado por aquellos a quienes siquiera conocían, y no por ellos, como hubiera sido su deseo. Desayunaron y comenzaron a preparar sus dos misiones: asistir a la ceremonia y la otra, la encargada por la Central de Operaciones.
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