Los cuentos recogidos en Respira hondo, estás vivo son de gran variedad temática. Desde los dedicados a lo que se ha venido llamando la España vacía a cualquier asunto que pasa por nuestras manos, con independencia del lugar. Cada relato es hijo de un momento, de una idea, y como tal ha salido: un microrrelato, uno más largo, con diálogo o sin él, desde distintos puntos de vista, desde voces y personajes diferentes. Tampoco hay una cronología ni línea del tiempo que dé algún punto de sutura al libro. Ha surgido como un borbotón, la lava del volcán del momento, un reflejo de la cotidianidad en nuestra sociedad. La realidad social es el protagonista de muchos de ellos, pero no faltan los de tintes negros ni, por supuesto, los que se sumergen en el río de las pasiones a bordo del amor como guía del alma humana. Tampoco podían faltar los espíritus libres, esos relatos que vuelan a su aire y fueron fruto de un impulso repentino, de una experiencia del momento. O la mezcla de todos los aspectos anteriores.
La falta de unidad temática no ha sido impedimento para buscar la unidad en el estilo, en una forma personal de narrar que intente ensamblar los diferentes temas, pequeños fragmentos que configuran una sociedad, una vida. De todas formas, hay un punto -pequeño, chiquitito- que cose cada uno de los relatos con el siguiente. Una especie de juego mediante el cual se entrelazan personajes, situaciones, alguna anécdota o ambiente que se repite y que nos permite caminar de un relato a otro a través de una palabra, de una frase.
En vuestras manos queda —Antonio Tejedor—
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