Desde la Edad Media, el Camino de Santiago se convirtió en una red de rutas que conectaban diferentes regiones de Europa, convergiendo en la catedral de Santiago de Compostela. Más allá de su carácter religioso, fue un eje de intercambio cultural y comercial que fomentó la difusión de ideas, arte y tradiciones. Monumentos como el Puente de la Reina en Navarra o las pinturas románicas de iglesias pirenaicas son testimonio del impacto del Camino. Incluso hoy, esta milenaria peregrinación sigue siendo un símbolo de unidad y encuentro entre culturas.