Cinco cartas portuguesas, de Tula Fernández

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Amor, memoria y un país que despierta

Hay novelas que entran a empujones y otras que se te instalan con naturalidad. Cinco cartas portuguesas pertenece a las segundas. Abre en Lisboa, 25 de abril de 1974, el día de los claveles. Un escritor ya mayor, Pedro Araujo, ve la televisión y, entre la multitud, reconoce a la mujer que dividió su vida en dos: María Paula. No hay alarde ni pirotecnia; hay una imagen limpia que fija el pulso del libro: la Historia como telón de fondo de un amor que no se resigna.

La estructura epistolar —cinco cartas que actúan como vértebra y brújula— le da un ritmo muy agradecido al lector contemporáneo: capítulos breves, escenas precisas, saltos temporales que no desorientan. Cada carta abre una puerta a una etapa distinta, y el conjunto avanza con la tensión de un thriller emocional: sabemos lo esencial desde el principio (que hubo un amor fuerte y que el tiempo hizo lo suyo), pero lo que buscamos es cómo, por qué y a qué precio.

Uno de los aciertos del libro es el equilibrio entre lo íntimo y lo histórico. La dictadura salazarista, la clandestinidad, la censura y la Revolución de los Claveles están presentes sin convertirse en lección. Son contexto vivo. La autora los hace aparecer a través de gestos, miedos, conversaciones a media voz y pequeñas decisiones cotidianas que, con el paso de las páginas, revelan su peso real. Nada de discursos; escenas.

La pareja protagonista está bien perfilada y evita los dos extremos habituales: ni poetas sufrientes ni héroes de cartón. Pedro, con su edad y su deseo de entender lo que fue verdad y lo que fue relato, se sostiene sin paternalismo. María Paula no es figura decorativa ni pretexto: empuja la trama y la sostiene con decisión. En torno a ellos aparecen amistades, lealtades y traiciones que amplían el mapa moral de la novela sin robarle foco.

Hay, además, un tramo africano que abre la mirada y ensancha el registro sensorial del libro: olores, luz, texturas y una forma diferente de nombrar el destino. No es un “exotismo” de postal, sino la constatación de que la historia de Portugal no se entiende sin su relación con África y que esa experiencia deja huellas en los personajes. Se agradece la contención: todo está donde debe, sin sobrecargar.

La prosa es limpia, sin barroquismo ni consignas. Tula Fernández escribe con imágenes nítidas y economía de adjetivos. Sabe cortar y montar: pasar del bullicio de una plaza a la intimidad de una habitación, del recuerdo a la decisión presente, sin perder el hilo. Esa claridad narrativa es la que permite que la emoción llegue sin azúcar. Cuando la novela golpea, lo hace por acumulación de sentido, no por truco.

¿Para quién es este libro? Para lectores que busquen una historia de amor adulta, sin edulcorante, y que no quieran renunciar al contexto histórico; para quien disfrute de la memoria contada desde la experiencia y no desde el panfleto; para clubes de lectura que valoran temas que dan conversación: lealtad, culpa, resistencia, el precio de las decisiones, la identidad a través del tiempo.

Lo mejor: su inicio poderoso, la arquitectura de las cinco cartas, la construcción de María Paula y ese final sobrio que no se olvida. Lo discutible —y por tanto interesante—: la forma en que el libro entiende el sacrificio y la verdad íntima frente al relato público. Materia perfecta para debatir después de la lectura.

Cinco cartas portuguesas se lee con fluidez y deja poso. Llega por la Historia y se queda por la voz. Es de esas novelas que no necesitan gritar para escucharse claro.

Sobre la Autora:

(c) Imagen de la Autora

María José Fernández Maqueira (Cádiz, 1965), más conocida como Tula Fernández, es profesora de lenguas clásicas y escritora.

Se licenció en Filología Hispánica y Clásicas por la Universidad de Sevilla y en 2017 se doctoró en Ciencias de la Educación por la Universidad de Granada gracias a la tesis Actitudes del profesorado ante la implementación de proyectos innovadores en los centros educativos de Ceuta.

Especialista en Latín y Lengua y Literatura Española, ha trabajado en diferentes centros educativos, entre ellos el IES Clara Campoamor de Ceuta, donde fue jefa de estudios. Compagina la enseñanza de las lenguas clásicas con el área de Ciencias Sociales en el programa bilingüe British Council/MEC.

Publicaciones: La boca de los cien besos (2018) – La inocencia de los sublimes (2021)

© Francisco Concepción

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