El joven Valéry y la seducción del castellano

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Aunque universalmente reconocido como uno de los grandes poetas franceses del siglo XX, Paul Valéry (1871-1945) vivió una etapa formativa en la que el español no fue un mero idioma extranjero, sino un vehículo poético que le permitió explorar nuevas formas de musicalidad y expresión. Fascinado por la riqueza métrica y léxica del Siglo de Oro, Valéry escribió en español durante su juventud, en una etapa tan precoz como reveladora, antes de consagrarse como el autor de La Jeune Parque o de los Cahiers.

La curiosidad lingüística de Valéry no puede desligarse de su contexto mediterráneo. Nacido en Sète, ciudad portuaria del sur de Francia, su infancia transcurrió entre sonidos e influencias culturales diversas: italianas, occitanas, catalanas y españolas. La cercanía con España, tanto geográfica como afectiva, se dejó sentir desde temprano en su sensibilidad artística. No se trataba, en su caso, de un exotismo pasajero, sino de una verdadera aproximación intelectual a la lengua de Cervantes, Lope y Góngora.

Valéry llegó a escribir varios poemas en español —la mayoría entre los 16 y los 20 años—, de los cuales algunos han sido rescatados por estudiosos de su obra, aunque no forman parte del corpus canónico ni fueron publicados en vida con su aval. Son textos juveniles, sí, pero en ellos ya se vislumbra la precisión verbal y la tensión formal que caracterizarían su obra madura. Se sabe, por ejemplo, que guardaba especial admiración por Góngora, cuyo barroquismo consideraba un desafío estético de primer orden, más que un exceso retórico.

El español como laboratorio poético

En el prólogo a una antología de sus primeros poemas, Valéry confesó que había recurrido al español en parte como juego, en parte como ejercicio de estilo. No era inhabitual que los escritores cultos del XIX y principios del XX se entrenaran en la escritura poética en varias lenguas: el latín y el griego eran frecuentes, pero el español, con su potencia sonora y su tradición literaria, ofrecía un terreno especialmente fértil para la experimentación.

El caso de Valéry, sin embargo, tiene algo particular. Él no se limitó a imitar formas españolas: se sumergió en ellas. Ensayó el soneto, la décima, la redondilla, e incluso exploró formas más complejas como la silva y el romance. No lo hacía con un afán folklórico, sino con una voluntad de dominio técnico. El español, para Valéry, fue una lengua de ensayo, un espejo poético en el que reconocerse ajeno.

Un testimonio revelador de esta época lo encontramos en una carta dirigida a su amigo André Gide, donde Valéry escribe:
“He intentado con el español lo que no me atrevo todavía con el francés: romper el verso, tensarlo hasta que cante, sin que se quiebre. Es un idioma maravilloso para ese propósito.”
Esta declaración, fechada en 1890, pone de manifiesto cómo el joven poeta veía en el castellano una suerte de espacio seguro para la transgresión, una lengua en la que podía atreverse a fallar.

La huella del Siglo de Oro

El contacto con la literatura del Siglo de Oro español —en particular con la obra de Góngora, Quevedo y Calderón— dejó una impronta duradera en su concepción de la poesía como arte de la precisión y la dificultad. Valéry apreciaba en estos autores una maestría formal que le parecía ausente en buena parte de la poesía contemporánea francesa de su tiempo.

Góngora, con su sintaxis elíptica y su léxico audaz, representaba para él un ideal de complejidad controlada. De hecho, en varias entradas de sus Cahiers se encuentran reflexiones sobre la “dureza necesaria del poema”, que bien podrían derivar de esa tradición gongorina que Valéry no dejó nunca del todo atrás.

Este interés por la dificultad como virtud estética lo conduciría, ya en su madurez, a posicionarse contra lo que consideraba un sentimentalismo desbordado en la poesía moderna. Para Valéry, la emoción no debía imponerse a la forma; antes bien, debía ser contenida y sublimada por ella. Y en ese sentido, los poetas del Siglo de Oro le ofrecían un modelo inmejorable.

Una faceta poco conocida

Hoy, los poemas en español de Paul Valéry son una rareza bibliográfica, a menudo relegados a los apéndices de estudios filológicos o a ediciones críticas poco difundidas. Sin embargo, su existencia arroja luz sobre una faceta poco explorada del autor: la del joven poeta que buscaba su voz, ensayándola en otra lengua.

Esta curiosidad temprana por el español no solo revela su amplitud cultural, sino que también nos invita a repensar el papel de la traducción, el multilingüismo y la permeabilidad entre tradiciones literarias. Valéry, que siempre rechazó la inspiración como mito romántico, encontró en el ejercicio riguroso —incluso en una lengua ajena— una fuente de creación tan válida como cualquier arrebato emocional.

Que un poeta de su talla haya elegido el español como laboratorio creativo en su juventud no es una simple anécdota: es un testimonio de la riqueza de nuestras letras y de su capacidad de irradiación. Valéry no fue un hispanista, ni un traductor profesional, ni un estudioso del castellano. Fue, sencillamente, un joven poeta fascinado por la música de una lengua que, durante un tiempo, le habló más al oído que la suya propia.

Referencias bibliográficas

    1. Valéry, Paul. Poèmes espagnols de jeunesse (1887-1890).
      Edición crítica de Pierre-Olivier Walzer. Lausanne: L’Age d’Homme, 1971.

      Esta es la edición más completa y académicamente reconocida de los poemas juveniles en español escritos por Paul Valéry. Incluye facsímiles de los manuscritos, análisis del contexto de escritura y notas filológicas. El editor, Pierre-Olivier Walzer, fue uno de los grandes especialistas en la obra valeryana.

  1. Valéry, Paul. Cahiers (1894-1945).
    Edición crítica de Judith Robinson. París: Gallimard, «Bibliothèque de la Pléiade», 29 volúmenes.

    En los Cahiers, diarios de trabajo que Valéry escribió cada mañana durante décadas, aparecen numerosas referencias al arte poético, a la lengua española y al influjo de Góngora. Estas entradas revelan su interés duradero por las formas poéticas del Siglo de Oro y por el idioma castellano como campo de exploración estética.

  2. **Sarabia, Rosa. “Valéry y la poesía española del Siglo de Oro.” En Cahiers de l’Herne: Paul Valéry, nº 34, París, 1978, pp. 215-226.

    Un estudio fundamental para entender el vínculo intelectual de Valéry con la poesía barroca española. Analiza su relación con Góngora y Quevedo, así como el impacto de su lectura en la concepción formalista del arte poético.

  3. **Bénichou, Paul. Morales du grand siècle. París: Gallimard, 1948.

    Aunque centrado en el contexto moral e intelectual del Siglo de Oro francés y español, este libro ofrece claves para comprender cómo se percibía la poesía barroca española en los círculos intelectuales franceses a finales del XIX, contexto en el que se formó Valéry.

  4. **González de Ávila, María. “Los primeros poemas en español de Paul Valéry: análisis formal y léxico.” Revista de Filología Románica, Vol. 21, nº 2, 2004, pp. 185-202.

    Artículo académico que realiza un análisis estilístico de los poemas escritos en español por Valéry, atendiendo a las formas métricas empleadas, el léxico y la influencia explícita de modelos barrocos.

Notas adicionales:

  • Algunos de estos poemas fueron publicados de manera dispersa en revistas especializadas a lo largo del siglo XX, pero el grueso se ha conservado en manuscritos que hoy se encuentran en los archivos de la Bibliothèque Nationale de France (BNF), particularmente en el fonds Valéry.

  • La mayoría de estudiosos coincide en que estos poemas no deben leerse como obras maduras, sino como ejercicios juveniles de gran interés filológico e histórico-literario.

  • Valéry jamás los incluyó en sus publicaciones oficiales, lo que ha llevado a muchos estudiosos a ser prudentes a la hora de incorporarlos a su corpus poético principal.

Redacción – Punto y Seguido

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