Gabriela se sentía fatigada. Llevaba un embarazo complicado. Estaba ya casi de ocho meses. Esperaba un niño como intuyó la madre de Dani. La habitación del bebé estaba toda decorada de azul y blanco. Gala pidió la baja en el trabajo. Le aconsejaron mucho reposo. El niño se estaba desarrollando bien. Se pasaba sentada en la mecedora azul de madera en la preciosa habitación de su bebe, la mayor parte del tiempo, acariciando su incipiente tripa. Sus amigas “Las rubias” llegarían pronto para regalarle ropita de bebé y de paso disfrutar de una tarde de chicas.
—Iván..mi Iván..qué te pasa hoy. No des tantas pataditas a tu mami —decía con profunda ternura al bebe que crecía dentro de sus entrañas. Acariciaba su incipiente tripa entonando una dulce nana.
Se fundió poco a poco en un sueño extraño. Intenso. Perturbador.
Un hombre con chistera con banda roja, le tocaba con sus manos blancas y ensangrentadas, su tripa de forma brutal y descarada. Le sonreía con esos ojos rojos.
—Tu hijo vivirá poco tiempo. No llegará a cumplir los cinco años.
—No, ¡¿Qué dice?! Vivirá muchos años y será muy sano!! —contestó Gala intentando apartarse de ese extraño personaje.
—Morirá siendo niño —dijo pegando su nauseabunda cabeza a la tripa de Gala agarrándola con fuerza hacia él y manchándola de harina.
—¡Apártese! —dijo protegiendo a su hijo. Supo que eso no era un hombre. Era una bestia.
El mago Piel de Harina se quitó la chistera a modo de reverencia descarada con una sonrisa aterradora. Algo tramaba.
—Soy el mago que concede deseos. No te asustes. Esta noche ya he comido. Gabriela, llámame en tus sueños cuando tu hijo fallezca. Pídeme el deseo y volverá de la muerte, pero el precio será alto.
Sacó a sus amigas las tijeras de la chistera, más amenazantes y manchadas de sangre que nunca. Gala quería gritar. Piel de Harina las abría y cerraba frenéticamente dirigidas hacia la tripa de la mujer, como si estuviera cortando la vida de su hijo. Todo lo hacía riendo como un demonio. La mujer se apartó chillando asustada.
Gala abrió los ojos de golpe. Se palpó la tripa. Se incorporó con gran dificultad de la mecedora dirigiéndose nerviosa hacia el teléfono. Estaba experimentando un ataque de ansiedad. Gala rompió aguas manchando el suelo. Hiperventilaba. Todo a su alrededor empezó a nublarse. Gala se desplomó en el suelo desmayada.
Abrió los ojos en el hospital. Daniel estaba a su lado con el bebé en brazos. Besó a su mujer en la frente con ternura. Gala empezó a llorar de felicidad. Su hijo nació bien. Se enamoró de su bebé en el mismo instante que vio su carita. Se convenció que fue solo una pesadilla.
—Mi bebé..mi Iván..
—Es un bebe hermoso —dijo Dani profundamente emocionado. ¿Cómo pudo rechazar la idea de ser padre? Ahora, ese pequeñín, era uno de sus tesoros. Volvió a besar a su Gala, esta vez en sus jugosos labios. Qué bella estaba.
—Quiero bautizarlo pronto —dijo Gala, como si bautizarlo lo protegiera de todo mal.
—Lo bautizaremos pronto, Gala, quédate tranquila. Ahora deseo que descanses. Lo necesitas cariño.
© Verónica Vázquez – Todos los derechos reservados.