El pasado 22 de abril de 2025, el mundo del arte europeo amaneció con la noticia de un grave suceso: el robo de seis valiosas obras en el Museo Real de Bellas Artes de Amberes (KMSKA, por sus siglas en neerlandés), una institución recientemente renovada tras más de una década de trabajos de restauración y modernización. Según informó el periódico De Standaard, el robo, ejecutado durante la madrugada, fue llevado a cabo con una precisión y una planificación que, según las autoridades, apunta a una operación organizada a gran escala.
Las obras sustraídas, cuyo valor combinado supera los 12 millones de euros, incluyen piezas de importantes maestros flamencos del siglo XVII, como Jacob Jordaens y Anthony van Dyck, así como un pequeño lienzo atribuido a Pieter Paul Rubens, considerado uno de los tesoros menores de la colección permanente. También desaparecieron dos esculturas contemporáneas, cuya presencia en la colección refleja la voluntad del museo de conectar su acervo clásico con las expresiones artísticas actuales.
El robo ha generado una profunda conmoción en Bélgica y en toda Europa, no sólo por el valor económico de las piezas, sino también por el daño incalculable a la integridad patrimonial de una de las colecciones más significativas del continente. Bart Devolder, director del KMSKA, ofreció una rueda de prensa el mismo día del robo, visiblemente afectado: «Este no es sólo un ataque contra el museo; es un ataque contra el patrimonio común de toda Europa. Cada obra sustraída es un fragmento de nuestra memoria colectiva que ha sido arrancado».
Las primeras investigaciones revelaron que los ladrones lograron acceder al museo mediante la manipulación de un acceso de mantenimiento, aprovechando una vulnerabilidad en el sistema de alarmas recientemente instalado. Los dispositivos de seguridad, que deberían haber alertado a la policía en tiempo real, sufrieron una desconexión parcial minutos antes de la entrada de los delincuentes, lo que sugiere una sofisticada intervención tecnológica. Según la Fiscalía de Amberes, los autores podrían haber contado con información interna o haber realizado un estudio minucioso del sistema durante meses.
La policía belga, en colaboración con Europol y con organismos internacionales como Interpol, ha activado una operación de búsqueda urgente para intentar recuperar las piezas robadas antes de que desaparezcan en el mercado negro del arte, donde es habitual que obras de esta magnitud sean vendidas a coleccionistas privados dispuestos a mantenerlas ocultas durante años. Expertos en tráfico ilícito de arte señalaron que los robos de obras maestras suelen tener dos destinos: su venta directa a clientes clandestinos o su uso como moneda de cambio en transacciones ilegales, dado el altísimo valor simbólico y económico que estas piezas representan.
El robo ha reabierto en Bélgica el debate sobre la seguridad de las instituciones culturales. Pese a la reciente renovación del KMSKA —que costó aproximadamente 100 millones de euros y que incluía un plan de modernización tecnológica—, las medidas de protección han resultado claramente insuficientes ante un ataque de esta envergadura. Varios especialistas en gestión museística criticaron que se haya priorizado la estética y la accesibilidad de los espacios renovados sobre el refuerzo de las infraestructuras de seguridad, una tendencia que también se observa en otros museos europeos.
La ministra de Cultura de Flandes, Jan Jambon, visitó el museo tras el suceso y anunció que se destinarán fondos adicionales para revisar y actualizar los protocolos de seguridad en todas las instituciones culturales de la región. Sin embargo, desde asociaciones de profesionales del sector se alerta que el problema no es sólo presupuestario, sino también de cultura de la prevención: muchos museos carecen de protocolos de respuesta rápida o de personal suficiente para reaccionar ante incidentes graves.
La noticia del robo ha tenido también un gran impacto emocional en la comunidad local de Amberes, una ciudad que se enorgullece de su legado artístico y de ser cuna de algunos de los grandes maestros del barroco europeo. El KMSKA, en particular, había logrado en los últimos años consolidarse como un motor cultural y turístico de la ciudad, atrayendo a miles de visitantes gracias a su reapertura en 2022, después de estar cerrado durante once años.
La ciudadanía ha expresado su indignación y tristeza a través de cartas abiertas, concentraciones simbólicas frente al museo y campañas en redes sociales con el lema “Bring Our Art Home” (“Devuelvan nuestro arte”). Numerosas voces han reclamado también una mayor cooperación internacional para combatir el tráfico de bienes culturales, considerado por la UNESCO como una de las formas más lucrativas de delincuencia transnacional.
Mientras tanto, el personal del museo trabaja en la elaboración de un catálogo detallado de las piezas robadas, incluyendo fotografías de alta resolución, descripciones técnicas y marcas identificativas, con el fin de facilitar su localización en caso de que intenten ser vendidas o expuestas de forma ilícita. Además, se ha solicitado la colaboración de casas de subastas, coleccionistas privados y galerías de arte para alertar de cualquier movimiento sospechoso relacionado con obras similares.
El robo del KMSKA se suma a una preocupante tendencia en Europa en los últimos años, donde instituciones como el Museo de Arqueología de Marsella o el Museo de Bellas Artes de La Haya han sufrido incidentes similares. Estos hechos ponen de manifiesto la necesidad urgente de reforzar las políticas de protección del patrimonio cultural, especialmente en un contexto de creciente profesionalización de las redes criminales dedicadas al arte.
Por el momento, la recuperación de las obras sigue siendo incierta. Las autoridades belgas mantienen abiertas todas las líneas de investigación y confían en que la presión internacional y la movilización de la comunidad cultural contribuyan a que las piezas robadas no desaparezcan para siempre de la vista pública. Mientras tanto, el robo de Amberes se convierte en un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad de nuestro legado artístico ante la codicia y el crimen organizado.
REDACCIÓN.