LEER PARA QUE NO SE VAYA LA LUZ
Reseña de ORDESA de Manuel Vilas
Por LUCÍA RODRIGUEZ
Lenin no podía escuchar la Appassionata de Beethoven. Se lo dijo a Gorki. No quería escucharla. Temía que le impidiera aplastar las cabezas necesarias para llevar a cabo la Revolución.
No conozco nada mejor que la Appassionata. Podría escucharla todos los días. ¡Qué música asombrosa, sobrehumana! La música es mejor que cualquier ideología. Me hace sentir orgulloso, tal vez ingenuamente, el pensar que hay personas capaces de crear tales milagros. Pero no puedo escucharla con mucha frecuencia, afecta a mis nervios. Estimula el deseo de decir cosas tontas y dulces, de acariciar la cabeza a quienes, viviendo en este sucio infierno, son capaces de crear semejante belleza. Pero hoy nadie puede dar palmaditas en la cabeza, te podrían arrancar la mano de un mordisco. Hay que golpearlos en la cabeza, golpearlos sin piedad, aunque, idealmente, estemos en contra de la violencia contra la gente. ¡Qué tarea tan terriblemente difícil! Si sigo escuchándola no acabaré la Revolución.
De esta anécdota nace La vida de los otros. Florian Henckel, el director, se pregunta qué pasaría si a Lenin se le obligara (se le hubiera obligado, se entiende) a oír la Appassionata, si se le obligara a ir a la Revolución con los auriculares puestos, de forma que no pudiera escapar de la música, del efecto que ésta parecía producir en su alma. Y eso es precisamente lo que le hace a Wiesler, el protagonista de la película: obligarle a oír todo el tiempo; obligarle a registrar información sensorial que provoque alguna forma de cortocircuito dentro de sus mecanismos de pensamiento y funcionamiento habituales. A Wiesler se le obliga a escuchar. A ver (con la gran «oreja» de su frente, cual Polifemo) otras posibilidades de estar en el mundo.
Lo hizo Florian Henckel en el 2006. Y lo hace todo el tiempo Vilas.
Ordesa, Alegría, Los besos, Nosotros, cuatro composiciones para piano y violín, cuatro partituras para el siglo veintiuno.
Pienso en Goebbels, ministro de propaganda nazi. Retroactivamente maniatado por la propaganda estética, moral de Vilas.
Porque ¿acaso no es moral la belleza?
El problema es que no se puede obligar a la población a leer a Vilas. Es la era de la democracia. No se les puede imponer a los ciudadanos tres horas de lectura diaria de Ordesa. Les puedes poner una jornada laboral de dieciséis horas, turnos de noche, impuestos salvajes, los puedes mandar a la guerra, pero no, no puedes obligarlos a abrir un libro.
Obligan los profesores del colegio, del instituto. Los profesores de Filología o Literatura Comparada. Nadie más.
La belleza del mundo repartida entre unos pocos, la minoría. Como el alimento, el agua, el petróleo; como la vivienda digna.
El Estado se cruza de brazos, así que hay que crear una religión: el Vilasismo. Una religión que actúe, también, de forma vicaria, repartiendo belleza, por aspersión, entre todos los ciudadanos. La covid se transmite por las partículas suspendidas en el aire. Y la gripe y el ébola. Algo así. Llevar a cabo una evangelización masiva, voluptuosa: tocar, toser encima, correrse dentro. Largarle a los otros la belleza como si fuera el VIH, la sífilis, la gonorrea.
Una religión que implique eso: leer o leerle a otros aunque ellos no lo sepan. Leer como el que reza, como el que se persigna, como el que se postra.
Yo lo hago, en secreto. Abro los libros de Vilas y pido por la paz en el mundo. Pido mientras leo. Pido leyendo, escuchando esa música que «destrozaba» a Lenin, que le obligaba a usar el arma del amor al prójimo.
Leo contra la Revolución moderna, contra la incomunicación de los seres humanos. Leo contra la Guerra de Rusia, contra la de Palestina e Israel. Contra las armas nucleares, contra la privatización de la sanidad y la educación, contra la violencia de género.
Por eso leo tanto, por la belleza, por la necesidad de la belleza en el mundo. Leo como el que cava un pozo que ha de calmar la sed de todos los ciudadanos.
A veces fantaseo y me imagino que estoy en el Donbás, en Jersón. en pleno territorio de guerra. En la frontera que separa al ejército ucraniano del ruso. Simplemente allí, de pie, sosteniendo entre las manos Ordesa.
Leo el pasaje aquel en el que el autor habla del silbido con el que se comunicaban, en la distancia, su padre y su madre. No sé si alguien escucha, pero yo lo leo una y otra vez, muy fuerte, pongo la música de Vilas a todo trapo.
Obligo al ejército a leer. Les leo a los soldados a la fuerza. Impongo una literatura de contención, una literatura que te obliga, como la camisa sanitaria, a mantenerte abrazado a ti mismo todo el tiempo, que reduce todos tus movimientos a uno solo: ése.
Mientras te abrazas, no puedes disparar. Eso es Ordesa, una camisa de fuerza.
El silbido de las balas no se parece en nada al silbido de los padres de Vilas. El silbido del mundo no se parece en nada a ese silbido.
Por eso leo. Para que se parezca.
© Lucía Rodríguez. Marzo 2023. Todos los derechos reservados.
La música de Beethoven suena mas bonita que la de Lenin.
Tus escritos son también música, una música maravillosa orquestada por un tierno corazón.
¡Brutal, brutal, brutal!… ¿se puede decir/oir mejor? ¿Esto es una reseña de un libro? Esta es la partitura literaria nunca compuesta hasta hoy para una batuta que solo puede estar en manos de Manuel Vilas. Un luminoso regalo para inmortales.
Gracias por sentir y expresar la impotencia que sentimos muchos , por tanto desatino ..expresar desde el corazón sana a quien lo hace y a quien lo lee….necesitamos sanar el corazón , para que sienta ese amor incondicional que venimos a sentir…para estar al servicio de cualquier ser
Muchas gracias a los cuatro por vuestros comentarios. Alberto: qué ilusión que te guste tanto Vilas 🙂
A veces , lo mejor es ser esa luz en el camino , para todo ser que lo necesite en sus momentos más bajos , es difícil cambiar , a nadie , pero si es posible que dando ejemplo de humanidad sanadora.se aprenda , a mi me mueven los ejemplos,
Me la apunto. Si la novela te inspira lo que escribes seguro que algo tiene. Mola lo que escribes y cómo lo escribes, así que también añado a la lista tu libro para cuando salga.
Hola Lucía! cierto que el leer te amplifica el punto de vista de las propias creencias y así poder modificar o conservar!
Mi humilde opinión de los pensamientos e ideas que transmites están magníficamente unidos a tu profunda sensibilidad y tienes gran don para trasmitirnos lo que a mi parecer a algunos nos costaría identificar, gracias por compartir! Un abrazo!
Si la cordura pudiera imponerse, si el amor fuera el alimento mas importante de los pueblos, las dictaduras que hay por el mundo lo tendrian fácil para implantar semillas de bondad y de compasión, brotes de sensatez, impulsos de creatividad y sentimientos de paz. Pero el poder por el poder no permite tales expresiones, al menos en publico¡¡ Al ser humano se nos ha dado un tesoro: el libre albedrio para elegir en cada momento; eso claro, si estamos despiertos para discernir y tomar decisiones y si tomamos la responsabilidad para hacerlo.
El arte que despliegas en tu escritura impulsa la libertad de sentir, de pensar desde lo profundo. Gracias Lucia.
Gracias a todos!